lunes, 8 de septiembre de 2008

El dia de mi casi muerte.

La Sala de espera del hospital olía un poco a alcohol, un poco a agua oxigenada, la sangre iba tambien acompañando esas horas que pasaba esperando tener noticias de él. Mi camisa manchada con ese rojo escarlata que su cuerpo había emanado sin piedad, el olor a sangre era insoportable, mi cuerpo olía un poco a su sangre, un poco a mi sudor, el corazon latía muy fuerte, casi a punto de salir.

3:35 p.m
La mano salió de mi bolsillo, sacó de el interior un celular, miré la hora, se la dije, sonreíamos, mirabamos como siempre a todo el que pasaba a nuestro lado, criticabamos, admirabamos, pero sobre todo disfrutabamos caminar uno al lado del otro, como cuando eramos unos pequeños niños; y hoy que las circunstancias de trabajo no nos dejan hacer tan constantemente como en esa epoca.
Una explosión, un resplandor, la sonrisa se fue convirtiendo en una mueca, su cuerpo se desplomó sobre mi, miró mi rostro, se ciñó a mi cuello y me dijo "marica, hasta aqui llegamos", maldita sea, quien había sido, nadie supo; saqué fuerzas de donde no tengo, mi cuerpo flaco se colgó al hombro este personaje un poco pesado y salió corriendo en una manera caricaturezca, no era gracioso, era increible que en medio del susto, ese pánico que se metió dentro tan dentro de mi, esa sensacion de tristeza, de estar perdiendo esa persona con la que has compartido una amistad de mas de 20 años.
Un taxi, olor a nuevo, olor a sangre, un hombre acelerado, una sonrisa en su cara, la pregunta hecha pareció ridicula al ver la situacion de mi compañero de andanzas por pleno centro. "a donde lo llevo joven", el hospital creo que fue el ultimo sitio que este personaje creyó que yo estaba buscando. Le grité, "no es obvio, se está muriendo, lleveme al hospital mas cercano".
Habitar una ciudad como Medellin en los años noventa es algo dificil, aunque ya está un poco mas mermada la violencia, el corazon siente ese miedo y hoy ese miedo se materializó; llegamos al hospital en menos de cinco minutos, descendí del taxi, busqué una camilla, el señor taxista me ayudó a bajarlo del vehiculo y a montarlo en la camilla, corrí, pagué al taxista el triple o el cuadruple de la carrera, le di para que lavara el carro, ya que mi compañero había perdido mucha sangre.

3:54 p.m
"va para cirugía, la bala perforó el pancreas", dijo el doctor, aun estaba conciente, en menos de diez minutos, había pasado de ser una tarde feliz a una trágica y dificil tarde de miercoles; me sacaron la billetera, metieron la mano al bolsillo, sacaron el celular, llamaron a mi casa, yo, impotente veia como me iban desvistiendo, como me costaba respirar, como no podía dejar de sentir el ardor de esa quemadura que me acababa de perforar, pero entonces, ¿si yo estoy siendo operado, quien está en la sala de espera?, es él, a quien yo había llevado en hombros al hospital, pero ¿por qué carajos está sentado en la sala de espera y yo en la fila para entrar al quirofano?

3:45 p.m

"marica, por que el acelere?" me preguntó. Te estás muriendo. "¿yo?, no". ajá, y entonces de quien es esta puta sangre que hay en mi camisa. "es tuya parce". oiga, yo no siento nada. "es el vertigo que no te deja sentir nada". Pero si vos te desplomaste sobre mi. "pero para que nos cubrieramos". y ¿por que gritaste?. "porque sentí que algo me rozó el costado, pero no fue sino un susto". Deciles que me suelten, deciles que yo estoy bien.

Tomó mi mano, cogió mi dedo y lo introdujo por el orificio que hacía parte de mi camiseta, ahí entendí que era yo quien estaba sangrando, que era yo quien se estaba muriendo. Ahí pasó por mi mente toda mi vida, ahí pasaron por mi mente mis recuerdos, mis amores, mis traiciones, mis canciones, mis sueños, mi presente, mis deseos, mis alegrías, mis tristezas. Ahí perdí el conocimiento. Ahí no desperté hasta mucho tiempo despues.