jueves, 30 de julio de 2009

Me enamoré de un Panda

a MPL
Ilustración: JuanSe

-Tenemos que hablar- dijo mamá- ¿Qué te pasa que andás tan contento últimamente?- preguntó.

-Pues mamá, resulta que he conocido una chica y me ha gustado- Respondí.

-¿Si? Y ¿Cómo se llama esa chica?

-Maria

-Pero Maria no es un nombre para una golondrina.

-Es que es cierto mamá, no es una golondrina como nosotros, es un panda.

-¿Un panda? Y ¿Cómo es eso que te has enamorado de un panda?

-Pues no sé mamá, resulta que un día en uno de mis vuelos nocturnos, mientras ustedes dormían me he ido a sentar en un árbol a mirar las estrellas y allí la encontré suspirando.

-Ah, ¿O sea que le gustan las estrellas?

-Si mamá y también el café con tres cucharadas de azúcar como a mi, espumoso y con canela si es capuccino, le gusta que le haga cosquillas en la cara para dormirse y en la espalda también, le gusta que le sople el cuello cuando tiene calor y que le hable como si fuera un bebé.

-Y tu hijo, ¿sabías que los pandas comen golondrinas?

-No mamá, no comen golondrinas, porque solo les gusta el bambú.

-Pero hasta donde yo sé, a la Panda Maria le gustan las alitas picantes.

-Si mamá, pero no las de golondrinas, es por eso que me he enamorado.

-Pero hijo, ¿tu sabes lo que trasciende eso?

-No mamá.

-Hijo, tu debes enamorarte de una golondrina como tu, porque nosotros escogemos nuestra pareja para compartir con ella el resto de la vida, sin importar diferencias, defectos, errores, sin importar cuantas veces nos han hecho llorar y tu, ¡Tu te has enamorado de un Panda que te puede comer!.

-No mamá, ella y yo llevamos mucho tiempo saliendo.

-¿Ah si? ¿Cómo cuanto tiempo?

-Nos conocemos hace años, yo la había visto pasar y me había gustado por su manera de ser tierna, y el día que la conocí empecé a visitarla todas las noches, quedándome con ella hasta entrada la madrugada, conversando, haciendo cosas que nos han ido uniendo de a poco, es por eso que te digo que estoy enamorado.

-Y esa Panda Maria, ¿está dispuesta a conocernos?

-Mamá, si, ella dice que yo debo estar con ella, porque también tiene un sentimiento muy grande por mí, pero no en este momento, igual, tu me enseñaste la perseverancia, pues, ella es el amor de mi vida y lucharé por ella.

-¿Lucharás? ¿Cómo lucharás?

-No sé mamá, saldré a devorarme las noches y a hacer lo que ella me dijo que hiciera para ganarme su corazón.

La mamá golondrina incrédula no vio lo que su hijo planeaba entre manos, esa noche lo vio salir, él fue volando, cada vez más alto y más alto, iba a hacerlo, por ella, arriesgando todo, ser atrapado, morir en el intento, pero lo iba a intentar, batió sus alas, llegó, la tomó y la bajó para ella, esa noche, la Panda Maria recibió de manos de la Golondrina, la estrella más brillante de todo el universo como prenda del amor que le tenían, sonrió, lo besó y siguió recibiendo la visita de su golondrina amada.


lunes, 27 de julio de 2009

Simplemente Un Abrazo

Por primera vez en su vida calló, lo hizo y se sintió bien, se sintió bien, pero también se sintió mal, cerró sus ojos, sintió como una comezón extraña le caminaba por la nariz desde la punta de la frente para abajo, sintió como sus ojos se fueron encharcando y poco a poco sintió algo que por primera vez, por primera vez le cubrió el rostro, una lágrima física empezó a brotar de sus lagrímales y se fue deslizando poco a poco por la nariz, que en éste punto ya se tornaba roja, él que siempre había visto como su tristeza se expresaba por medio de lágrimas de tinta que brotaban de sus manos, las recorrían y finalizaban en un blanco, suave y monótono papel que a veces con el tiempo, la intemperie y las pisadas de él, pasaba a ser amarillo.

Calló, si, lo hizo. Él, una persona llena de alegría, que habla mucho, ese día, calló y no le comentó a nadie lo que sentía, lo que le pasaba, veía como todo dentro de sí se desmoronaba y caía profundamente en un abismo, en ese abismo en lo que se convirtió su corazón, calló, porque veía como su familia se destruía de a poco, tal vez por su culpa, tal vez por culpa de otros, pero se desmoronaba, calló, porque no sintió ganas de contarle a nadie lo que pasaba para no despertar sentimientos hipócritas, respetaba eso, pero sabía que contándole a sus amigos tal vez no podría solucionar nada.

Se sintió mal al callar, porque no supo como explicar lo que sentía, a quien se lo debía explicar, se sintió mal porque hoy, justamente hoy, su cuerpo había derramado gotas de sangre, tal vez por eso se sentía tan mal hoy, tal vez por eso miraba sin rumbo, no hubo sonrisas en su cara, no hubo palabras para expresar, su mirada perdida hacía que los demás lo miraran con extrañeza.

Lloró por primera vez, escribió lo que sentía, lo que pensaba, suspiró, tal vez sea lo mejor, se dijo, sonrió nuevamente, esperó un abrazo, nunca lo encontró, esa noche no lo encontró, por su culpa o simplemente por falta de confianza, pero nunca llegó, el abrazo, murió en su imaginario y se esfumó en polvo para así evitar ser recibido por otra persona.

Más lágrimas volvieron a correr por sus ojos, miró el horizonte negro y oscuro que lo acompañaba, las luces de la ciudad se veían al fondo, el verde que llega en la mañana se había perdido hacía más de 5 horas y él esperaba que eso lo reconfortara, miró el cielo, buscó las estrellas que lo alegraban y ahí no estaban, la luna estaba perdida tras el sol y él estaba perdiendo su paciencia. Iba a explotar, ¿qué voy a hacer?, se preguntó. Sonrió nuevamente. Dio un paso al frente y sintió como el abrazo llegaba desde el vacío por el cual caía.

jueves, 23 de julio de 2009

Hasta que la muerte nos separe


-Recibe éste anillo como muestra de mi amor y el cual mientras lo lleves puesto dará certeza de nuestra unión- dijo él, al tiempo que le ponía un anillo de fibras de coco en su mano izquierda.

-Recibe ésta manilla de tu color favorito como muestra de mi amor y la cual mientras la lleves puesta dará certeza de nuestra unión- dijo ella, al tiempo que amarraba a su mano derecha una manilla.

-Los declaro marido y mujer, puede besar a la novia- dijo él y entre sonrisas y un beso sellaron su amor.

Así fue la ceremonia que ambos se inventaron, así fueron sus votos, sus promesas, sin testigos, uno al lado del otro, el brindis fue con granizado de café y el pastel de bodas fue un ponqué que en dos mordiscos comieron y la cena estuvo acompañada de alitas picantes con ensalada de lechuga y maicitos. No hubo testigos, no hubo cura, no hubo vestidos lujosos, ni carro tirado por caballos para abandonar la iglesia, de hecho, no hubo iglesia, simplemente dijeron las palabras y se casaron. Ése día fue sensacional, como muchos de los que vivieron juntos, pero no todo es así tan color de rosa y un día se separaron, fue difícil para ambos, lloraron, gritaron, se dijeron cosas, pero al final se separaron. Sus planes fueron de una manera asi de simple echados a la basura, ella se fue con lagrimas, él con lágrimas la recordaba. Nunca cerraron la puerta y pensaron en sus oportunidades.

-¿Quieres morir a mi lado?- preguntó ella.

-Si, hasta que la muerte nos separe.- respondió él.

-Entonces moriremos juntos, tal vez éste no sea el momento, pero cuando volvamos a reencontrarnos, lo haremos. Y así moriremos felices.- dijo ella.

Luego de un tiempo, volvieron a encontrarse en el camino, iban ambos en direcciones contrarias, sonrieron, se acercaron, se miraron, conversaron como la primera vez, caminaron, comieron esos snacks de maíz que comieron el día que se conocieron, se tomaron de la mano, él sintió como la mano izquierda de ella, llevaba el anillo, ella vio como la mano derecha de él seguía iluminada por el fosforescente color que llevaba en su muñeca.

-No te he olvidado- dijo él.

-Yo tampoco- respondió ella.

-Veo que aun llevas contigo la prenda de nuestro amor y yo pensé que había sido el único que la cargaba.

-No, mira que fue algo que prometí y que no podía romper, porque siempre guardé la esperanza.

Después de ése día empezaron a salir nuevamente, se veían casi a diario, después del trabajo, después del estudio, se veían y pasaban momentos agradables, tan agradables como en los viejos tiempos.

-¿Te quieres casar conmigo?- preguntó él.

-¿Otra vez?- contrapunteó ella.

-Pero ahora sí en serio, como lo querías, con un vestido largo y blanco, en una iglesia hermosa y con una recepción en un campo abierto, tal y como lo soñaste y siempre me lo dijiste.

-Si, me siento capaz de hacerlo.

-Hasta que la muerte nos separe.-dijo él.

-Cierto, Hasta que la muerte nos separe.- respondió ella.

Todo estuvo dispuesto, el día caluroso, el vestido hermoso para ella, él con su traje informal, pero sin perder la elegancia, todos los invitados esperaban en la iglesia y ambos estaban felices de verlos juntos.

-…Para amarla y adorarla por toda la eternidad?- dijo el sacerdote.

-Acepto.- respondió él.

-…Para amarlo y adorarlo por toda la eternidad?- volvió a decir el sacerdote.

-Acepto.- respondió ella.

-Entonces por el poder que me otorga la iglesia, los declaro Marido y Mujer, puede besar a la novia.

Ambos sonrieron, se tomaron de la mano –hasta que la muerte nos separe- dijeron, y luego se besaron.

La humedad de la saliva mojó el veneno que llevaban en los labios, era un veneno letal, que apenas entrara en contacto con la saliva se demora 5 segundos en acabar con la vida, ambos cayeron al suelo, tomados de la mano, sonrientes. Ya nada podría separarlos.

jueves, 16 de julio de 2009

Penetración

A Morita.


Empezó a tocarme, poco a poco.

-Está como me gusta- se saboreó.

-Si quieres, lo hacemos- le respondí.

-Ok, espérame.

Se paró, se puso acorde y volvió. Me miró a los ojos, me sonrió, el día juntos había sido agradable, había que rematarlo con algo que recordara lo que alguna vez vivimos cuando éramos pareja.

-¿Hasta donde lo meto?- preguntó.

-Dale, que yo te digo- respondí.

Empezó a meterlo, seguía saboreándose, yo hacía caras.

-¿Hace cuanto no lo hacías?- volvió a preguntar.

-No sé, creo que desde la ultima vez que nos vimos.

Sonrió nuevamente.

-En serio que así era como me gustaba-Dijo.

-Si, así también lo recordaba yo.

Se volvió a saborear.

-Listo -Sacó el copito- ahora voltea la cara y muéstrame la otra oreja que debe estar igual de sucia.

sábado, 11 de julio de 2009

Por un logotipo

Nota: La imagen refiere un Cautín, elemento central del cuento.

Ella estaba sentada a mi lado, había llegado para que le ayudara a diseñar un logotipo para su marca de jeans. Yo la miraba, era bonita, su cabello negro caía un poco más abajo de los hombros, sus ojos de un color como verdoso me miraban a mi y luego se desviaban hacia la pantalla del computador mientras yo le explicaba cual era el significado de lo que había hecho. Ella sonreía y asentía con la cabeza. Algo pasó, la miré a los ojos y me dieron ganas de ella, ella me miró y se asustó.

-Tranquilízate- le dije.

Bajé por un par de refrescos para los dos y un pañuelo. Le di su refresco, el calor estaba tremendo, debía aprovechar además que mis padres se encontraban en la finca disfrutando de un caluroso fin de semana, así que era mejor actuar en este instante.

Apenas terminó su refresco, la empecé a abrazar, ella accedió, la cubrí con mis brazos, fui subiendo mis manos hasta posar el pañuelo en su nariz, la dormí en mis brazos, le quité la ropa, le dejé en ropa interior y la amarré de la viga del techo de mi habitación, los pies también se los enlacé. Así no podría moverse cuando despertara, organicé todo y esperé sentado a que volviera en sí.

-¿Dónde estoy?- preguntó una hora después, aun dormida.

-Sigues en mi casa- le respondí.

Se relajó y volvió a dormir. Yo la miré, su cara perfecta, su cuerpo esbelto, su sonrisa blanquísima, la cabeza le pesaba. Tomé el cautín y empecé a presionarlo contra sus uñas de los pies, vi como la primera se derritió llegué a la piel, ella gritó de dolor, ya despertó, seguí así una a una se iban derritiendo, hasta que tocaba la piel y veía como salía la sangre de sus dedos, ella seguía gritando. Empecé a subir el cautín por sus piernas, la iba marcando de a poco, hacía una presión leve, que no lastimara mucho, simplemente la quemara y le hiciera unas cuantas rayas en la piel, llegué a su cintura y luego volví a bajar.

-Si me vas a violar, hacelo rápido que no quiero sufrir- gritó.

-Yo no sería capaz de violar a nadie nena, así que ahí si discúlpame- respondí enojado.

Solté el cautín y tomé un cuchillo, empecé a hacer pequeños cortes en su abdomen, un abdomen perfecto, con una curvatura hermosa y un ombligo muy bonito, la hoja del cuchillo iba rasgando suavemente su piel cuidada por aceites y cremas humectantes, sus gritos aturdían mis oídos.

-Me estás dañando el cuerpo, maldito, voy a llamar a la policía, te juro que la voy a llamar- gritó nuevamente.

Tomé el teléfono en mis manos y lo puse ante sus pies.

-Hazlo, llama a la policía.-le dije

Ella lloró,-Maldito cínico- gritó- no quiero ver como acabas con mi cuerpo, viólame rápido para acabar con esta pesadilla-

-Ya te dije que no te voy a violar y si no quieres ver, pues te tengo una solución- le dije.

-Dale, con tal de no ver esto que estás haciendo, lo que sea-

Tomé nuevamente el cautín y lo introduje en sus ojos, gritó a más no poder, entró en shock y se desmayó. Yo tomé mi refresco, prendí una vara de sándalo para ahuyentar el olor a sangre, abrí la ventana y me senté a seguir trabajando.

Una hora después ella volvió otra vez del shock.

-¿Dónde estoy?- preguntó.

-Sigues acá- le respondí.

-Maldita sea, esperaba que fuera un sueño.- gritó- ¿y no has sido capaz de violarme?

-Ya te dije que no te quiero violar.

-Entonces hacé lo que vas a hacer ya.

Volví a tomar el cautín y empecé a recorrerle el abdomen, ella seguía gritando, hice unas cuantas líneas en su busto, luego lo solté y tomé el cuchillo. Cogí impulso, tiré mi brazo hacia atrás, hice el calculo de en qué parte debía poner la primera puñalada y… Desperté gritando.

miércoles, 8 de julio de 2009

Amor de Cinema

Estaba sentado en la entrada al cinema, la vi, su cabello rubio soltaba un olor delicioso, su cuerpo era esbelto y muy bien moldeado, sus ojos, grandes, cafés, su piel amarilla y su sonrisa perfecta y resonadora, la vi, ella me miró, le sonreí y me sonrió. Hice la fila tras ella para comprar la entrada, ella volteó, me volvió a mirar y volvió a sonreír.

-¿Cuál será buena para vernos?- me preguntó.

-¿Para vernos?- volví a preguntar.

-Si, si me estás siguiendo es porque vas a entrar a ver la misma pelicula que yo.

-Y a ti ¿qué te hace pensar eso?- pregunté nuevamente.

-Pues mirá, me seguiste con la mirada cuando entré, te interesé y vos me interesaste, si no, no te habría sonreído.

-Es cierto. ¿Cómo lo sabes?.

-Sexto sentido.

-jajajajaja, otra con el sexto sentido.

-¿Qué pasa?- preguntó.

-Pues, que no creo mucho en el sexto sentido.

-Entonces, ¿Cuál nos vemos?- volvió a preguntar.

-Pues no sé, escoge tú.

-Bueno, nos vemos la Era de Hielo.

-No, qué pereza los niños.

-¿Un martes a la 1 de la tarde? A esta hora no va a haber niños, además ya todos entraron de vacaciones.

-Bueno, La Era de Hielo.

Entramos a la película. Ella se sentó a mi lado derecho, me sonrió, y siguió con su cuestionario.

-¿Por qué venís solo a cine?

-Porque no tengo con quien venir, además, no me gusta mucho conversar en el cinema.

-¿Perdón?, ah entonces me voy para otra silla.

-No, relajate, vos me interesas además quiero saber lo mismo, ¿Por qué venís sola a cine?

-Por las mismas razones que vos.

La pelicula comenzó, ella al igual que yo era partidaria de no comprar en el cinema porque los precios de las comidas son excesivamente exagerados, así que no compramos nada.

En medio de la pelicula, el brazo de mi lado derecho se movió hacía arriba, ella me levantó el brazo y se recostó en mi pecho, mi mano llegó a su cadera y ella con la suya me la tomó, luego de un rato, empezó a rozarme con sus dedos el cuello y a subir su cara, me besó, fue un beso lleno de vértigo, las mariposas de mi interior estaban alborotadas, revoloteaban de un lado a otro.

-Me gustas.- dijo.

La pelicula terminó y salimos del teatro.

-¿Nos vemos el martes a las 2?- dijo.

-Ok, pero igual, dame tu telefono.

-No, el martes te lo doy.

-Bueno.

Un gran beso nos despidió, ella recorrió mi espalda con sus manos mientras nos besábamos y luego se fue, yo me quedé pensando en esa situación tan extraña y en qué le haría para el martes. Solo un problema. ¿Cómo se llama?, nunca me dijo su nombre, ¡Maldita Sea!

domingo, 5 de julio de 2009

Confesión: Homenaje a un ídolo

Eran las doce de la noche del dos de julio de este año que va en curso, un amigo, al que quiero mucho y con el que poco hablo, tal vez porque hay diferencias generacionales que nos separan o porque las palabras son muy pocas a veces para expresar, me envió un enlace a un articulo suyo escrito en El Colombiano, diario local de mi ciudad, donde expresaba la huella que dejó uno de los jugadores de futbol más emblemáticos que ha dado nuestro país.

Leí y las lágrimas salieron, ¿por qué?, se pueden preguntar muchos de ustedes, pues he aquí mi confesión. Me gusta el futbol, si, pero declaro que idolatro desde el fondo de mi corazón a Andrés Escobar Saldarriaga, de una manera muy sublime pero sin olvidarme nunca del día en que fue arrebatado de este mundo.

Soy enemigo de llorar por personajes públicos, pero sinceramente, la partida de Andrés, junto con la muerte de Jaime Garzón han sido las dos únicas veces que he llorado por la partida de alguien querido por todos.

¿Que cómo nació mi afición hacia él?, pues empecemos por mi pasión futbolera heredada, nací con una copa libertadores bajo el brazo, por qué digo eso, pues porque nací al otro día que el equipo para el cual jugaba Andrés, la ganó y a mi madre le tocó vivir en carne propia el caos de transporte que generó la llegada del equipo en pleno a la ciudad y su desfile por ella, algo que impidió un fácil transporte de mamá hacia el hospital que quedaba en el centro y nosotros en esa época vivíamos en el norte de la ciudad.

En diciembre de ese mismo año entre mi padre y mi padrino se encargaron de regalarme una gran dotación de uniformes del equipo campeón, una con el número que Andrés llevaba a su espalda y otra con el ocho. Los números fueron otorgados así, porque eran las posiciones en las cuales jugaban mi papá y mi padrino. Entonces he ahí mi cariño y afecto por ese equipo.

Fui creciendo y desde los dos años empecé a patear un balón y a aprender mucho sobre futbol, posiciones, reglamentaciones y nombres de jugadores sobre todo, me volví un fanático del equipo que para esa época estaba causando revuelo en el país por el futbol que jugaba y sobre todo, empecé a detallar a esa persona que era Andrés Escobar, su comportamiento en la cancha y sobre todo a seguir uno a uno sus movimientos.

A los cuatro años cuando papá decidió meterme a aprender a jugar al futbol, dije que sería arquero o defensa, mientras otros soñaban ser delanteros como Bebeto o Romario, yo soñaba ser como Andrés o como René, pero siempre deseé ser como Andrés y por qué no, jugar a su lado.

Cumplí mis cinco años y cada vez iba más orgulloso con papá al estadio, los uniformes de antes se me habían quedado chicos, pero mi padrino seguía dándome las camisetas del equipo, todas con el numero que caracterizaba a Andrés, ese numero dos que hoy es considerado inmortal. El regalo de cumpleaños ese año fue una llamada de Andrés a mi casa y el regalo de mi padrino fue la camiseta de la selección Colombia con el número de Andrés, alegría total, el mejor regalo de toda mi vida que apenas empezaba, la razón del regalo fue el inicio del mundial en Estados Unidos, donde la selección era favorita y a la cual Andrés iba como el defensa que iba a cerrar uno de los mas grandes contratos de la época en Colombia, para ese entonces él era considerado uno de los mejores defensas centrales de América y el mejor del país.

Con orgullo llevé la camiseta en el pecho los días que jugó la selección, compré el álbum del Mundial y la lámina de Andrés la tuve repetida cuatro veces y la pegué en mi cama, en un cuaderno y en mi closet. La otra, la guardé en mi billetera.

Llegó el día, fue el único error que cometió Andrés, fue el único autogol de su carrera, pero fue el que selló la salida de la selección del mundial, lloré, los medios le echaron la culpa a él, yo lo defendí a capa y espada, mamá me miraba con cara de extrañeza al ver que estaba gritando como loco. Tenía cinco años y lleno de rabia lo único que grité fue “Si quieren lo matan también”.

La selección volvió al país con la cabeza gacha, y al dos de julio, quince días después de la eliminación, mamá me despertó, con esa sutileza que ella maneja me soltó la noticia, JuanSe, mataron a Andrés, yo pensé que había sido cualquier Andrés y le dije, pues que pesar mamá, pero igual, no hay nada que hacer, mamá muy triste me dijo, JuanSe es que no fue a cualquier Andrés al que mataron, fue a Andrés Escobar, ahí mi mundo se partió, lloré, grité, era increíble, yo me eché la culpa de su muerte, grité que cuando dije las palabras que dije, había sido por rabia nada más, pero no quería que fuera en serio. Por un autogol no matan a nadie, fue la frase que sonó en mi casa durante todo el día, todos los medios decían que era por eso, si, en la madrugada de ese día, me arrebataron un sueño, un amigo, porque lo consideré mi amigo, un modelo a seguir, porque como persona era lo mejor y sobre todo un ídolo.

Le rogué a mamá que me llevara al entierro, pero me tocó verlo por televisión, lloré dos días seguidos, mamá no sabía como controlar eso. Me hice una promesa y fue, la de recordarlo siempre, así el resto del mundo se olvidara de él.

Seguí jugando futbol, en la posición que tenía Andrés, pero eso sí, nunca, hasta el día en que por una lesión de rodillas me retiré del futbol aficionado y a punto de empezar a jugar en las inferiores de un equipo profesional, nunca, usé el número dos, por respeto a ese gran jugador e ídolo personal, porque no me sentía digno de llevar esa camiseta, es más hoy pienso que en la selección Colombia ha habido solo una persona digna de llevar ese número dos sobre sus hombros y también la llevó en el equipo donde Andrés lo ganó todo.

Lloré, quince años después lloré al leer el artículo que escribió mi amigo, lloré porque quince años después de lo que pasó, no se ha hecho justicia, lloré porque acabaron con la carrera de alguien que estaba en su mejor momento, pero lloré, porque hay unos que aun le siguen echando la culpa de la eliminación a él, y si, el error se debía pagar, pero no de esa manera, se pagó con la eliminación, pero él vino a dar la cara, lloré porque tuve discusiones con alguien muy cercano, ignorante del futbol y a quien quiero mucho mientras veía la lámina de Andrés Escobar, hoy desteñida por el sudor, y le repetí a gritos las mismas palabras “Por un autogol, no matan a nadie”.

jueves, 2 de julio de 2009

Ardor

Corría tras él, lo perseguía por el bosque, un bosque humedecido por la lluvia, corríamos, él adelante, mi ira no podía más, caigo, la rodilla arde al tocar el suelo por la velocidad que llevaba, él se aleja de mi, corre a gran velocidad, me paro, veo que es inalcanzable, pero sigo corriendo tras él, rezando para que le pase lo mismo que a mi.

Lanzo el cuchillo que llevaba en mis manos y que me cortó un poco la muñeca con la caída, a gran velocidad se mueve entre el viento, lo corta, las gotas que caen sobre él no le hacen daño, se clava en su espalda, él cae, sigo corriendo, lo alcanzo, saco el cuchillo de su espalda, le doy la vuelta y empiezo a apuñalarlo por el frente, entran en el tórax, otras en el estomago, cuento casi veinte, la sangre me cubre, me baña, mancha mi camiseta, yo descanso, despierto y me encuentro en mi cama, cansado y bañado en sangre, mamá al frente me ve gritar y me ve llorar, yo limpio mis lagrimas, me calmo, el celular suena y me arde la rodilla.