jueves, 24 de diciembre de 2009

Noche en vela

Llevaba más de cinco años trabajando en San Juan, un pueblo a cinco horas de Primavera, su ciudad natal.

Rubio y de ojos claros, alto, tal vez la única herencia que tuvo de su padre italiano que vino por la guerra y dejó abandonada a su madre cuando se enteró del embarazo.

Salió del trabajo, se encontró con Manuela, la hija del alcalde, que contaba con un físico espectacular, cabellera oscura, ojos claros, piel trigueña; dialogaron, pues se había convertido en el sicólogo y consejero de ella y otros cuantos más habitantes del pueblo, ella con sus veinticuatro años encima y él rondando los treinta y cinco, buscaron un bar donde entraron y se tomaron un par de cervezas.

El barman lo conocía y le sonrió, miraba con complicidad como entre él y ella había cierta cercanía que tal vez nadie se atrevía a entablar, por el respeto que él les profesaba. De a poco pasaron de cerveza a una botella de aguardiente, como para entrar en calor. Manuela pese a ser tan pretendida y respetada por todo el pueblo, sentía cierta atracción por él y esperaba que ese fuera tal vez el día en el que todo tomara un nuevo rumbo, pues las visitas que llevaban frecuentando durante más de seis meses a escondidas de su padre no pasaban de unos cuantos besos, pero a ambos se les notaban las ganas que se tenían.

Solo bebieron dos tragos de la botella que habían pedido cuando decidieron pararse e irse, le pagaron la cuenta al barman y salieron tranquilamente cruzando el parque del pueblo e internándose en la casa de él.

Apenas cruzaron el umbral y ya ella estaba encima de él, le quitó la camisa entre besos en el cuello, él se sonrojó, pero siguió los pasos de ella, le desanudó el vestido a flores que llevaba puesto, Manuela quedó en tanga, pues sus senos juveniles no necesitaban de un sostén para verse bien erguidos, y la excitación los hizo tornar de un color más rosado del que acostumbraba, poco a poco fue ocupándose del pantalón de él hasta dejarlo en ropa interior, que rápidamente también pudo despojar.

Él la miraba excitado, empezó a recorrerla con la lengua, desde el cuello hasta la punta de los pies, cada que lo hacía ella erizaba uno a uno sus poros, en el exterior empezó a llover, así que el frío que se filtraba por la ventana erizó ambos cuerpos que poco a poco se fundían el uno en el otro.

La lengua de él se posó en el abdomen de Manuela, que gemía de solo sentir como se mojaba mientras él seguía bajando con su lengua y su aliento por su cuerpo, poco a poco siguió bajando y en el momento en que llegó a su sexo, sintió como se arqueaba su espalda, los gemidos de ella se agudizaron un poco más. Mientras ella gemía, él se excitaba cada vez más, el reloj sonó, eran las tres de la mañana, pero siguió con su labor, ella lo disfrutaba cada vez más, no sabía de donde agarrarse por la excitación.

Cuando la penetró, Manuela sintió que algo le bajaba por la columna, su cuerpo se tensionó, erizada desde las mejillas hasta los pies, fue incontrolable la sensación que experimentaba en ese momento, él seguía con sus movimientos leves y delicados, procurando que ella disfrutara al maximo del orgasmo que estaba viviendo, ella seguía cada vez más tensa, era extraño, pero lo gimió y lo gritó tan fuerte, que pensó que la escucharían en la casa del alcalde y saldrían a ver qué habría pasado.

La noche fue su fiel compañera, entre orgasmo y orgasmo se fueron consumiendo los minutos de ambos, para ese momento el gallo empezaba a cantar con los primeros rayos del alba, él miró el reloj, eran las cinco y veinte de la mañana, exhausto por toda la noche que había tenido, le dijo a Manuela que debía ir a trabajar, que podría quedarse durmiendo otro rato. Ella accedió, mientras él se daba una ducha.

Fresco, luego de haber tomado el baño, se puso ropa limpia, su sotana, se tomó un café y salió a abrir la iglesia para que la gente entrara a la misa de seis de la mañana.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Bella Durmiente

Había salido del instituto en un horario poco usual para mi. Había pasado todo el día allá clavado, entré a clase a las seis de la mañana y eran las siete de la noche y apenas estaba encontrando el rumbo a casa.

Luego de caminar unos quince minutos desde donde estudio hasta donde debo tomar el colectivo que me llevara de vuelta a casa, llegué y me topé con una fila un poco grande.

La espera fue de casi diez minutos hasta que llegó la ruta que utilizo y me deja frente a mi urbanización. Me subí en el colectivo y era tal mi cansancio que apenas me senté, caí profundamente dormido.

De repente en medio del camino desperté, miré a mi alrededor, aun faltaban cerca de veinte minutos de camino hasta mi casa, a mi lado se encontraba una chica rubia, de ojos azules, con sus mejillas de color rosa y un vestido azul con el cual supuse que iba a trabajar; me miró a los ojos, yo la miré entredormido, ella me sonrió y yo le devolví el presente.

Volví a caer en mi profundísimo sueño, creo que hasta soñaba y hablaba dormido, porque el cansancio era demasiado. De un momento a otro volví a despertar, me faltaban cerca de quince minutos para llegar, pero el tiempo dormido hizo parecer como si hubiese dormido una hora o más. Miré a la chica a mi lado, ella tal vez se había contagiado de mi profundo sueño y estaba disfrutando de su onírico momento también.

Ya dormir se me hizo un poco difícil, pero en mi adormecimiento con el que quedo siempre que tengo sueño tan profundo, pensaba si ella se iba a parar antes que yo, si de pronto se pasaría y así poco a poco me fui imaginando donde viviría, que hacía, cuales eran sus peliculas favoritas. Ella seguía durmiendo tranquila y profundamente. Ni siquiera la despertaba el timbre del colectivo que sonaba muy duro, como si fuera una alarma de despertador.

Cada vez me iba acercando más y más al sitio donde debía bajarme y ésta chica seguía durmiendo, así que pensé en despertarla de una manera sutil para no ir a incomodarla. Abrí la ventanilla a su máximo nivel y el viento entraba con una violencia que pensé la despertaría, pero simplemente hizo que ella se acurrucara más en su saco de pana.

El colectivo empezó a subir la loma que desemboca en mi urbanización y cada vez era más inminente tener que bajarme y despertar a la chica, no supe que más hacer, así que opté por besarla, me incliné sobre ella, puse mis labios sobre los de ella, ella despertó de un golpe, sonrió, me miró.

-¿Qué haces?- preguntó

-Nada- le respondí.

-Entonces, ¿Qué fue eso?

-Nada, yo me quedo aquí y no sabía como despertarte.

Toqué el timbre, me paré y me bajé del colectivo mientras ella me miraba por la ventana y se iba cada vez más extrañada por mi modo de despertarla.

martes, 8 de diciembre de 2009

Sacrificio

Foto: JuanSe

A las siete de la noche, como se lo había dicho, estuvo en casa de ella, el auto que había escogido para recogerla era perfecto pues así estarían ellos dos solos, sin la intromisión de alguien más. Ella se subió al carro, lo saludó con un beso en la mejilla, un abrazo y una sonrisa, él le sonrió también y le dejó a su disposición el ipod para que ella pusiera lo que quisiera.

Empezaron a subir las lomas de Primavera, la ciudad cada vez se alejaba más y dejaba un tono anaranjado a sus espaldas, entraron en un edificio que ella no conocía, en un sector que no conocía, cerca al centro comercial más exclusivo de la ciudad. Lugar al que ella solo había ido en un par de oportunidades.

Bajaron del carro y entraron en el ascensor que se abría con una llave especial y que para subir al piso tocaba introducir la llave para que desbloqueara el numero del apartamento de él en el teclado, él tímidamente intentó tomarle la mano, ella sonrió, no pensó que fuera tan inocente, pese a las intenciones que se le notaban, pues según le habían dicho el día que lo conoció, solo buscaba acostarse con las mujeres que le llamaban la atención.

Todo empezó con la comida, luego se sentaron en la sala a conversar y conocerse mejor, mientras la noche seguía avanzando y las sonrisas amenizando la pequeña reunión que tenía lugar en el apartamento. Él sacó una botella de vino de la licorera, lo sirvió, y tambien un paquete de velas que iban a cumplir con ese ritual digno de los habitantes de Granada, en el cual sacrificaban el fuego y las velas en honor a Dios para iluminar el camino y determinar así el inicio de la navidad.

Los tragos fueron acrecentándose y poco a poco iban haciendo su efecto, él estaba un poco ebrio ya y ella de igual manera también lo estaba, cuando empezaron a buscar sus labios y juntarse de a poco, él metió la mano bajo la camisa de ella y ella no lo dejó adentrarse más, algo de rabia se vio en sus ojos, empezó a usar la fuerza, la tomó de los brazos, le rasgó la camisa y la acostó en la cama, ella se oponía, pero la fuerza de él era mayor, pues su cuerpo esculpido en el gimnasio daban prenda de eso.

Pronto la tenía desnuda y él también ya lo estaba, ella viendose acorralada pero victima de violación por un borracho, estaba tan asustada que la borrachera le bajó y la dejó con el más grande estado de sobriedad que jamás habría imaginado. Dejó que él le hiciera todo lo que pensara, pero su mente estaba divagando, recordando cosas que la habían atormentado en la infancia, el maltrato de su padre, el abandono del mismo. Cuando él hubo terminado lo que tanto esfuerzo le causó, se metió entre las sábanas de seda y satín, acostado al lado de ella y allí se quedó dormido.

Ella dolida por todo lo que le había causado, hizo su propio sacrificio, buscó la llave en el bolsillo del pantalón de él, tomó una botella de whiskey de la licorera, la vació sobre la cama, tomó un encendedor y le prendió fuego, salió del edificio con su ropa hecha pedazos, paró un taxi y se fue.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Alborada

Nota: El treinta de noviembre como es tradición ya, se celebra la Alborada, esa “fiesta” de bienvenida a diciembre que se hace a las doce de la noche y que consiste en llenar de luces el cielo de la ciudad dando a conocer tal vez la alegría del llamado mes más alegre del año.


Maria Paula estaba sentada afuera de su casa, ubicada en la zona más humilde de la ciudad de Primavera.

Su casa era de madera, tablas pegadas una sobre otra con clavos, cimentada en unos palos un poco gruesos que iban clavados en el suelo y que daban cierto grado de seguridad, el techo era una mezcla entre láminas de metal y telas largas de plástico que impiden la filtración del agua cuando llueve, allí vive con su padre, su madre, su abuelo y sus cuatro hermanos menores.

Maria Paula hasta hoy contaba con ocho años de edad, era una niña alegre, limpia y educada pese al lugar qué habitaba en la ciudad, caracterizada ésta por el analfabetismo de la gente de sus zonas marginales.

Eran las once de la noche y pese a que el resto de su familia estaba dormida, ella seguía sentada en la puerta, esperando que la alborada comenzara, la acompañaban su muñeca de cabello rubio y vestido azul y unas chanclas rosa que descansaban en el suelo, porque Maria Paula, cuando mamá se dormía, se las quitaba para deambular por ahí y sentir el frío del barro amarillo bajo sus pies, cosa que le causaba esa risa tierna y característica de una niña de su edad.

Las doce llegó, Maria Paula se sentó apenas escuchó la primera explosión y empezó a ver como las luces empezaban a inundar el cielo de su ciudad, explotaban sobre su cabeza y ella sonreía, le gustaba tanto la subida como la caída de esas luces que luego de explotar en miles de colores caían como brasas anaranjadas y se posaban alrededor y tras el cuerpo estupefacto de ella.

Iban pasando poco a poco los primeros minutos del primer día de diciembre, Maria Paula seguía sonriendo contenta, cuando un grito le interrumpió su alegría, tras ella, su casa se incendiaba y con ella su familia, las brasas anaranjadas que caían del cielo y que le generaban tanta alegría, le estaban generando la mayor tristeza de su vida, esa noche, Maria Paula, luego de sonreír durante diez minutos, lloró el resto de su vida.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Boom

A Lu, Sebas, July, Alejo y Danii...


Recibí la primera llamada cuando eran las nueve de la noche, estaba sentado como es costumbre los sabados en el mismo parque, en el mismo sitio, rodeado de gente desconocida, pero esperando que llegaran mis amigos.

-¿aló?- contesté.

-¿Dónde estás?- preguntaron.

-En el parque.

-Parce, ¿qué fue lo que pasó?- preguntó al otro lado Lu.

-¿de qué o qué?

-Parce, que hay una persona con una bomba en el parque.

-Pues acá no ha pasado nada.

-Ah bueno, ahora subo.

Colgué y seguí mirando la gente que estaba a mi lado, tomé el libro y me acomodé, cuando volvió a sonar el celular.

-¿aló?- contesté.

-¿Qué más parce?- preguntó Alejo al otro lado.

-Bien, acá en el parque.

-¿Qué? Y ¿qué fue lo que pasó?

-¿acá? Nada. Todo está tranquilo.

-No parce, ¿que hay alguien con una bomba allá?

-Otro, pues realmente acá no ha pasado nada.

-Ah bueno. Yo creo que ya voy para allá.

Volví a colgar, un sorbo más a la malta y seguí leyendo. El celular volvió a sonar.

-aló- contesté

-¿Qué más parce?- preguntó Sebas al otro lado.

-Bien, ¿vos?

-Bien, Ey ¿qué fue lo que pasó?

-¿Otro con lo de la bomba?

-¿No pasó nada?

-Nada, acá no hay nadie con una bomba.

-Ah bueno, entonces ahora hablamos, ya voy.

Colgué, me tomé otro sorbo de la malta, apreté el botón y exploté junto con el parque.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Estrellas en las manos V

A un Fantasma de Estrellas en las manos que quiere mojarse bajo la lluvia...

Tal vez el caminar de un sábado a las once de la noche se ha vuelto tan tradicional en la vida de ambos que en uno como hoy, acompañado por la lluvia que empezó a caer alrededor de hace media hora, vemos por la ventana como cae y amarga todos los planes que teníamos.

Su casa empapada por las gotas que eran de un tamaño increible para ser cierto, pero reales ya que el cielo podría estar desquitandose de tanto tiempo que estuvo sin enviarnos lluvia, por ese calor eterno al que nos tenía condenados.

-Si tan solo no estuviera lloviendo, quien sabe donde estaríamos- dijo.

Yo la miré, le besé el cuello, vi como se erizaba su piel, sonreí y seguí mirando por la ventana.

-¿Y quién dijo que no podíamos salir?- le dije.

-¡Mira ese aguacero!- me increpó ella.

-¿Y qué?, no pues que querías mojarte un día de estos, hagamoslo.

-¿Si? Y después es culpa mía que te enfermes, no, ni riesgos, yo no quiero que vuelvas a enfermarte.

-Relajate.

La tomé de la mano y la invité a pararse, me quité el buso y abrí la puerta.

-¡Ah! ¿Y es que vas a salir sin buso?- me dijo.

-Dios, busqué una novia y me gané una mamá- respondí.

-Maldito- Fue lo único que se atrevió a decir mientras sonreía.

Salí, sentí como las primeras gotas mojaron mi cabello, le extendí la mano derecha, ella miró mi estrella, sonrió.

-¿Estás seguro?, acuerdate que sufres de asma.- dijo ella.

-Como dice Aladdín “¿Confías en mí?”- le dije.

-Si.

-Entonces vamos.

Su mano izquierda, con su estrella dibujada, busco la mía, la impulsé a la calle de un jalón, se acurrucó en si misma al sentir el frío de la lluvia cayendo en sus hombros, me miró, me besó.

-¿En la cancha?-me preguntó

-Si, no es lo que siempre has querido, vamos y nos sentamos en la mitad- le respondí.

Ella alegre sonrió. Ya acá nuestras camisas estaban totalmente mojadas y el cabello de ambos chorreaba a montones, llegamos a la cancha, nos sentamos en la mitad de la cancha, entre besos y abrazos, nos acostamos y empezamos a mirar para el cielo, sintiendo como las gotas caían sobre nosotros sin parar, sin compasión. Los besos fueron cada vez mejores, las estrellas que estaban en las manos y que se habian unido en nuestro caminar, habían dejado nuestras palmas azules porque el agua las había desteñido, paró de llover, y ahí dejamos de mirar por la ventana y de imaginarnos todo, para salir a caminar en esa noche fría como era costumbre los sabados a las once de la noche.

sábado, 31 de octubre de 2009

Decisiones

A Un Gran Amigo

Basado en las canciones: "Decisiones" de Rubén Blades (primera Estrofa) y "Angel Sin Sol" de Grito

Esa noche, fue como todas en las que hacía frío y ambos encontraban en sus cuerpos desnudos unidos bajo las sábanas la razón para estar erizados y excitados, mientras calmaban lo congelados que podrían estar. Llevaban dos años de un noviazgo envidiable, lleno de sonrisas, chocolates, sorpresas, flores, una relación chapada a la antigua, con poemas en papel que ambos se escribían, canciones, abrazos, besos profundos y noches donde ellos sabían disipar el frío con calor. Cada que esto ocurría hacían el amor hasta cansarse, se fundían el uno en los brazos del otro y acababan dormidos en la misma cama. La madre de ella pese a siempre haber estado en desacuerdo con que durmiera en casa de él, había aprendido a entenderlo, pues muchas veces se quedaban hasta muy entrada la madrugada juntos y era peligroso que ella saliera para su casa sola.

Luego de esa noche pasaron varios días, algo indicó que cuando fundieron sus cuerpos en uno solo, algo había pasado, fue tan profundo el encuentro, que la vida empezó a formarse en el interior de ella, donde poco a poco el fruto de ese amor, iba creciendo. Ambos, llenos de miedo, esperaban a que algo indicara lo contrario, pues a sus veintiún años, tal vez eran aun muy jóvenes para afrontar el tener que criar un hijo, pero pese a esa inexperiencia, tal vez llenos de ese amor que siempre los movía y que los había llevado a apoyarse y darse ánimos en todo momento, decidieron afrontar el hecho y seguir adelante.

Ahora la situación está en cómo contarle a los padres, pues están completamente seguros que muchas cosas cambiarán de ahora en adelante y lo más viable es que terminen en el altar.

Luego de que nada cambió, la decisión se hizo cada vez más fácil, los dos habían decidido seguir adelante, pese a la intervención de la madre de ella, donde el consejo era que no fuesen a cometer ese error, que habían opciones, que ese niño iba a sufrir mucho si llegaba a la familia, pues la inexperiencia era lo que primaba en la vida de los dos.

Pasaron dos meses, la barriga de ella empezó a crecer, poco a poco era más visible el embarazo y aún más los consejos de su madre, donde le seguía repitiendo que no era necesario que se amargara la vida desde tan joven. Ella hacía caso omiso.

Él estaba feliz, compraba camisetas de sus bandas favoritas en colores infantiles, para así ponerle, fuera niño o niña, a su bebé, preparaba la habitación en el apartamento que sus padres le habían regalado cuando tenía diecinueve y donde se suponía iban a vivir, porque el matrimonio estaba a la vuelta de la esquina. Se podía quedar toda una tarde acostado en la barriga de ella que crecía cada vez más, a los tres meses ya era gigante y él sonreía al compás de las canciones que le cantaba, eran felices.

Un día, él por motivos de trabajo, tenía que alejarse de la ciudad, pero prometió llamarlos a diario, a ella y al bebé, para saber como seguían, ella admitiendo esa distancia, lo dejó partir, con lágrimas en los ojos, pero segura que debían hacerlo.

Así fue, él llamaba a diario, pero al tercer día de su ausencia, ella no contestó el teléfono, ni el celular, ella simplemente no contestó. Se empezó a preocupar, pero igual se tranquilizó, alguna cosa, un paseo, se fue de la ciudad, dejó el celular. Al otro día, volvió a llamar, la mamá contestó y dijo que ella no estaba y que había dejado el celular, a él le pareció extraño, pero siguió tranquilo.

Luego de ocho días fuera de la ciudad, volvió a su casa, esperando encontrarla a ella y a su bebé igual que cuando se había ido, pero no fue así, la encontró acostada en una cama, sin la barriguita, todo se había ido, lo único que hizo fue romper en llanto y salir corriendo de ahí, mientras quería borrar de su mente la imagen de ella asesinando a su propio hijo por consejos de la madre.

sábado, 24 de octubre de 2009

Escopolamina

Me subí en el Metro que había recién llegado a la plataforma, Uvita me acompañaba, ibamos a tomar café a Junín, en esas un empleado del Metro entró en el vagón, se me acercó y dijo mi nombre.

-JuanSe, tiene una llamada en el centro de atención de la estación.

Extrañado le dije a Uvita que me esperara y salí a atender la llamada.

-¿Aló?- dije.

Al otro la voz de mi papá reaccionó – ¿Con quien hablo?- preguntó.

-Con JuanSe, tu hijo.

El sonido al otro lado de la linea se distorsionó, sentí que le quitaban la bocina.

-Buenas- dijo una voz femenina.

-Si, aló- respondí.

-Mire, por lo visto éste hombre que está acá con nosotras es su papá, porque en el celular tiene anotado su numero como “JuanSe Hijo”, él dice no recordar nada y anda con un bolso negro y unos papeles.

-No puede ser, lo sedaron para robarlo.

-Lo más posible es que sea así. Dice no recordar nada.

-Bueno, entonces no lo dejen ir, yo voy por él.

-Listo, estamos en la estación San Antonio.

-Está bien.

El tren había iniciado el recorrido hacía ratos y Uvita me había hecho señas de que me esperaba en la estación siguiente a donde yo estaba hablando por telefono, colgué extrañado, pensando en por qué el telefono del metro fue el que sonó y no mi celular.

Llegué a Envigado, la siguiente estación y empecé a buscar a Uvita, subí hasta las registradoras y no la encontré, cuando iba volver a bajar me encontré de frente con mi papá. Traía una camisa amarilla, un pantalón anaranjado, unos zapatos negros bien lustrados, todo nuevo, una cadena que pendía de su cuello con un dije en forma de corazón, me extrañé, ahora si creía que estaba sedado. Papá siempre vestía de jeans, tennis para montar en patineta y camisas manga larga, lo unico que le quedaba de su atuendo habitual era el bolso negro.

Me le interpuse en el camino.

-Pa, a ¿donde vas?

-Joven, dejeme pasar.

-Viejo, en serio, ¿qué pasa?

-Nada, deme permiso que debo ir a entregar esta plata y el billete negro a mi hijo.

-Pero si yo soy tu hijo.

-Se lo voy a llevar a tu hermano mayor.

-Viejo, yo soy tu hijo mayor.

Cuando ibamos llegando a McDonalds del Metro, unos chicos estaban ahí sentados.

-Mira, es tu hermano- dijo.

-Viejo, él no es hermano mío, a vos te sedaron para robarte.

Él medio reaccionó, yo lo abracé, el ladrón vio que yo estaba ayudandole a papá, sacó su arma, papá se agachó porque le agarré la cabeza y salimos corriendo, se escucharon tres disparos, yo sentí dos chuzones, uno en la espalda y el otro en el brazo izquierdo.

Un policía se enteró y se nos acercó, los ladrones se atrincheraron en el local comercial. El policía pidió refuerzos, llegaron cerca de ocho policías de los alrededores, planearon su estrategia, yo seguí con papá, ellos entraron por el cinema así saldrían por la parte de la cocina de McDonalds y podrían aprehender a los ladrones. Se escucharon muchos disparos.

Papá volvió en sí, cuando la adrenalina se me bajó de la cabeza me vi sangrando en el brazo, con mucho dolor y sin poder moverme.

-¿Qué te pasó?- preguntó papá.

-Nada, un par de disparos. ¿Vos cómo estás?- le dije yo.

-Bien. Un poco atontado.- sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Relajate, ¿cuanta plata se llevaron?

-No se, acá en el bolso están los ocho millones de pesos de mi cuenta y los dos de la cuenta de tu mamá.

-Ah bueno, al menos no se perdió.

Sentí un chuzón profundo, la respiración se me aceleró y empecé a perder el aire, papá empezó a llorar y a gritar que me iba a morir, en esas llegó Uvita y me vio tirado ahí tambien, ella se le agregó a papá en las lágrimas. Yo cada vez sentía más la perdida de aire. Hablar me era imposible, solté un suspiro gigante, mi cuerpo ya se estaba yendo y desperté.

martes, 20 de octubre de 2009

Fantasía en el metro

Eran las once de la noche, terminé de bajar las escaleras del metro, miré hacia la plataforma y estaba vacía, solo una chica esperaba conmigo.

Cabello oscuro que caía hasta los hombros, piel canela, ojos claros, tanto como la miel, su cuerpo esbelto, senos medianos y redondos, caderas anchas, su ropa no me gustó pero la hacía ver atractiva, su combinación generaba impacto, pero porque el verde de su blusa y el rojo de su buso no siempre se ven bien juntos.

Yo seguí caminando hacia el final de la plataforma, ella me siguió con la mirada, el reloj marcaba las once y tres minutos, llovía a cántaros, me detuve, ella me miró fijamente y disimuladamente se me acercó.

-¿Aún pasan metros?- preguntó.

-Si, creo que aun faltan dos- dije.

Ella me sonrió y yo le devolví la cortesía con una también.

Llegó el metro, subimos en el mismo vagón, estaba vacío, yo me quedé parado y ella se paró a mi lado, saqué el libro y empecé a leer.

-¿Qué lees?- preguntó.

-Un libro sobre espionaje- respondí.

-¿y por qué la pasta es una entrepierna de una mujer?

-No sé, también narran escenas de sexo, en lo que se basa el libro es espionaje utilizando involucrarse con el espiado.

-¡Qué bueno!

Yo sonreí, ella también, se abalanzó sobre mí e intentó besarme.

-¿Hasta que estación vas?- preguntó

-Hasta la última- le dije.

-¡Qué bien!, yo también, o sea que aún tenemos tiempo.

-¿Tiempo? ¿Para qué?

-Pues no se, di tu, haz lo que quieras, yo te cumplo cualquier fantasía.

-¿Segura?- la miré, ya mi mente se había empezado a enturbiar.

-Totalmente.

La tomé de las manos, me fijé quien nos acompañaba y al fondo solamente estaba un borracho dormido, medí el tiempo y aún me faltaban doce estaciones para llegar.

-No puedes decir nada porque nos pueden descubrir.

-Está bien, no pierdas más tiempo.

Sus manos me abrazaron, su boca buscó la mía, me llegaba al pecho, entonces tenía que esforzarse un poco para llegar a ella, no la dejé besarme, le quité los audifonos y el buso, subí sus manos al tubo y la amarré de las muñecas ahí con ellos,

-Oh, te gusta dominar, sigue- decía excitada- desnudame.

Cogí mi lapicero y empecé a chuzarla poco a poco.

Ella seguía disfrutándolo. Volví a poner la mano en el bolso y encontré mi bisturí.

-Cierra los ojos- le dije.

Ella los cerró.

Empecé a recorrerla con el bisturí, ella se erizó con el frío de la cuchilla. Abrió los ojos y se los tapé nuevamente. Empecé a rasgar de a poco la piel de sus brazos con cortes suaves, ella se asustó y abrió los ojos.

-¿Qué me haces?- dijo.

-Tranquila, yo se lo que hago, además me dijiste que podía hacerte lo que quisiera.- respondí ofuscado.

-Pero me haces daño.

-Es cierto y aun falta- le dije sonriendo.

-No- gritó.

El borracho abrió los ojos, miró la estación en la que ibamos y se bajó.

Rasgué y rasgué su piel de los brazos, los cuales sangraban mucho, pues repetía cortes uno encima de otro, ella seguía desesperada.

-Soltame- gritó.

Subí la hoja del bisturí y le empecé a rasgar el cuello.

-No me vas a tocar la cara- gritó

-Relajate.

Mi mano no se detenía, subía el bisturí del cuello hasta la frente, se detuvo en el parpado y empezó a rasgarlo, tres cortes y ya era profunda la herida, ella gritaba aun más. Faltaban dos estaciones, el tiempo se me acababa.

-Te va a coger la policía- me dijo.

-Eso esperas- sonreí irónico.

Tomé mis audifonos, me puse a su espalda y empecé a besarle el cuello.

-Uy, pensé que se te había olvidad lo que te propuse- decía gritando mientras se erizaba.

-No, relajate.

Puse los audifonos alrededor de su cuello mientras la besaba, empecé a hacer presión, ella forcejeaba, seguí apretando, el verde de mis audifonos resaltaba en su blusa. Ella se ahogaba.

-Es lo unico que te mereces por perra- grité.

Sentí que su cuerpo se soltó, ya había hecho lo que quería.

“En esta estación el tren termina su recorrido, gracias por utilizar nuestro servicio”- dijo la voz del tren.

Guardé mi bisturí y me bajé del tren. Dejandola a ella colgando del tubo.

jueves, 15 de octubre de 2009

Nunca Jamás

A Wendy, Por dejar la ventana abierta cada noche.

El día que la conocí no supe que fue lo que pasó, yo con veinte años y ya luego de haber crecido y de haber dejado el amor guardado en un cajón, la vi y me gustó.

Ese día me preguntó por mi nombre y lo que más me gustaba hacer. Le dije que mis noches eran dedicadas a estar en tejados mirando las estrellas, escuchando el sonido de las noches y viendo la luna, pero que hacía ratos no lo hacía.

-¿Y por qué no lo has vuelto a hacer?- preguntó.

-Porque dejé de ser quien era, para convertirme en alguien normal.

-Y ¿es que quien eras?

-No lo vas a creer, pero yo antes podía volar.

-¿Podías volar?

-Si.

-¿Y como?

-Con el poder de mis deseos.

-Y ¿Me enseñarías como?

-Si.

-¿Cómo?

-Deja la ventana de tu habitación abierta.

-Y eso como ¿para qué?

-Para enseñarte, solo que debo visitarte a tu casa. ¿Dónde vives?

-En Colinas del Sur.

-Listo, entonces mañana en la noche buscaré la única ventana abierta en esa urbanización y te enseñaré a volar.

Esa noche lleno de alegría, volví a casa, busqué en el baúl, todo lo que había dejado anteriormente, el traje verde lo tomé, me lo medí y ya no me servía, tocó volver a tejer uno nuevo, el amor lo saqué y lo deposité en mi corazón nuevamente, ahora lo más difícil, saqué el baúl pequeño donde había dejado guardada mi sombra para que no se escapara, cosa que hacía muchas veces, la saqué y la cosí nuevamente a mis pies.

Con todo listo, miré el reloj, eran las dos de la mañana, recordé como Campanita me había enseñado a volar, cerré los ojos, deseé verla esa noche y me elevé, salí por mi ventana, viajé por encima de las nubes, llegué a su urbanización, busqué ventanas abiertas y encontré una, miré en el interior y la vi a ella dormida, me senté en la ventana y la vi dormir. Me quedé ahí, mirando su habitación, sus dibujos en la pared, el nochero tenía la etiqueta de la malta que yo me había tomado cuando estaba con ella, hasta que sonó el despertador, ella se despertó, yo me alteré y salí volando.

Ese día en la noche, luego de estudiar, me volví a poner el traje, esta vez fui más temprano, eran las once de la noche, llegué a su ventana, ella me vio, se asustó y me sonrió, me dijo que la esperara escondido en la ventana.

Cuando todo se había apagado, me dejó entrar.

-¿Tu estuviste anoche acá?- preguntó.

-No.

-Si, yo te vi, saliste hoy cuando me desperté.

-Bueno, si, tienes razón.

-Ahora enséñame a volar.

Le dije lo que Campanita me había dicho, pero ella mientras lo hacía no se elevaba, así que saqué unos cuantos polvos mágicos que guardaba en una bolsa, se los eché, la tomé de la mano y nos elevamos.

Salimos volando por su ventana, nos sentamos en una nube a conversar, comimos un poco de cielo y decidimos repetirlo siempre. Diariamente hacíamos viajes a distintos lugares del mundo.

Un día, luego de tres meses saliendo a volar por el mundo, le hablé de Nunca Jamás, el país de donde yo venía, le dije que allá no envejecemos, porque es como vivir en un cuento, ella me dijo que conocía un poco de él, pero no pensó que fuera real, me dijo que quería ir, le prometí que el fin de semana lo haríamos.

Llegó el fin de semana, ella me esperó en la ventana como era ya costumbre, me tomó la mano y voló a mi lado, cuando llegamos a Nunca Jamás, se me acercó tanto que sentí mariposas en el estomago, fuimos a sentarnos en las rocas que miraban el oceano, ella se me volvió a acercar, me besó y me dijo que no quería volver a su país, porque quería quedarse conmigo para siempre viviendo ese amor que había empezado a sentir a mi lado y además porque no quería crecer si no era a mi lado.

Nunca jamás volvimos, nunca jamás nos molestaron, nunca jamás.

sábado, 3 de octubre de 2009

Esto es un asalto


Juan y Andrés, eran un par de jóvenes del barrio, que habían crecido siendo los mejores amigos, pero en este momento andaban en una muy mala situación, estaban sin trabajo y les tocaba buscar la manera de tener algo de sustento para comer. Fue por esto que decidieron robar algún negocio.

Se habían dispuesto a realizar su plan, las armas bien enfundadas, limpias, pero descargadas, querían simplemente darle un susto y robar a Doña Esther la señora del restaurante de la esquina.

Llegaron con los rostros cubiertos y un gran cosquilleo en el estomago, las piernas les temblaban, la voz tambien se notaba asustada cuando hablaban entre ellos, sacaron las armas y a los gritos increparon a Doña Esther.

-¡Quieta ahí- le gritaron- esto es un asalto!

La señora levantó las manos y los miró a los ojos.

-No me vayan a matar- dijo ella.

-Tranquila, señora, solo queremos que nos entregue el dinero- Dijo Juan.

Ella se dirigió a la caja registradora. Se demoró un poco y ellos volvieron a increparla, luego se dirigieron a la cocina y amenazaron a los cocineros, tomaron un poco de pan y empezaron a comer, simplemente subieron sus pasamontañas y masticaron sin dejar de apuntarle a sus rehenes.

Doña Esther viendo eso, pidió que les sirvieran un almuerzo para cada uno, ellos se negaban, pero se los sirvieron.

Ellos se sentaron a comer y a su lado estaba ella.

-¿Por qué roban?- Preguntó.

-Porque no tenemos qué comer- respondió Juan.

-¿Juan, eres tu?

-No.

-¿Cómo no?, si te he visto crecer y conozco tu voz.

-No señora, me está confundiendo.

La mirada de Juan se alteró y empezó a mostrar su nerviosismo al encontrarse con la de la señora.

-Pues, si no tienen qué comer, pueden venir acá a hacerlo, yo no tengo problema en regalarles un plato.

-Pero es que usted no entiende, no es solo comida, necesitamos el dinero para sobrevivir. Además, yo no sé que hacemos hablando con usted, quédese callada- volvió a apuntarle con el arma.

-Pero Chicos, si yo solo quiero ayudarles.

-No, no puede ayudarnos vieja, tráiganos el dinero de la caja y preocúpese más por su vida que si sigue con sus preguntas, puede perderla.

La señora se asustó, pero no se quedó callada.

-Pues chicos, si les parece buena idea llevarse el dinero, háganlo, terminen la comida y llévenselo, igual ustedes lo deben necesitar más que yo.

Los jóvenes terminaron de comer, se pararon, tomaron el dinero, salieron del restaurante y en ese momento, los policías que habían llegado por la activación de la alarma silenciosa del restaurante, los apresaron.

martes, 29 de septiembre de 2009

Sorpresa


a danii, para sacarle una sonrisa.


Foto: Google

Todo estaba saliendo a flor de piel, como lo había pedido, el día había sido soleado y ya una tarde color rosa empezaba a caer en el horizonte. Me vi ahí parado en la entrada de la Universidad de Primavera, a eso de las cinco y treinta de la tarde, llegué con una hora de anticipación para esperarla, ella salía a las seis y media.

Llevábamos varios días saliendo, aunque siempre amenacé con ir a recogerla, no creía, dijo que no le gustaban las sorpresas, pero en el fondo me había dejado dicho que sí, que sí le gustaban, solo que no le gustaba que le dijeran que le tenían una sorpresa, sino que si se iba a hacer, que se hiciera de inmediato, sin avisarle, para ella no estar prevenida.

Me miré de arriba abajo, la gorra bien puesta, la camiseta limpia y verde, es su color favorito, el jean oscuro que siempre hacía juego con esa camiseta y los tennis negros nuevos, en mis manos los regalos, en la derecha una caja de chocolates y en la izquierda seis girasoles, era una sorpresa que la haría irse de para atrás.

Mientras esperé, me senté en las afueras de la universidad, saqué el libro que llevaba en el bolso y me puse a leer, así disipé la espera, un par de mentas en mi boca y sonrisa, una sonrisa que exprese lo que sientes y lo que ibas a hacer.

Llegó la hora, eran las seis y media y todos empezaban a salir, me paré y miré hacía la entrada esperando verla salir. El tiempo pasaba y ella no aparecía, eran las seis y cuarenta, así que tomé el celular y la llamé.

-Aló- respondió al otro lado.

-Hola, ¿Cómo estás?- Le dije.

-Ay, Hola, muy bien y ¿tu?.

-Bien, oyeme, ¿Dónde estás?

-Saliendo de la Universidad.

-¿Si? Y yo ¿por qué no te veo?

-No se, pero estoy parada en la entrada principal.

-Yo tambien.

-Si, claro, no te creo.

-En serio, estoy de camiseta verde y pantalón oscuro, con unas flores en las manos.

-Mmm, pues acá en la entrada principal, no hay nadie.

-¿Segura?

-Totalmente.

-Perdona, ¿Dónde me dijiste que estudiabas?

-En la Universidad de Primavera.

-Pues bueno, acá estoy parado en la entrada principal y tu tambien, por qué razón no nos vemos.

-Mi vida- dijo- Disculpa, ¿En qué sede estás parado?

-En la entrada principal de la sede central de la Universidad.

-Ah, con razón, es que yo estudio en la sede sur.

-Ah bueno, entonces luego hablamos, qué te vaya muy bien-

Colgué el celular, agaché mi cabeza y tomé el bus que pasa por la entrada principal y me trajo hasta mi casa.