sábado, 29 de agosto de 2009

Ansiedad

A Anie


Me senté en el computador como siempre, aunque extrañada por ser viernes en la noche y estar en casa, ya que casi siempre salgo con mis amigas a comer algo.

Mi vida está tomando una serie de cambios, he empezado a priorizar y me he encontrado con su odio, claro que lo hace tan sutil como es él y como lo que fue nuestra relación, algo realmente muy sutil.

Sentí su odio, no tanto su odio, lo que puede o pudo llegar a sentir por mi, cuando le pregunté si me pensaba y él me respondió con frialdad que solo me recordaba.

Ahí empecé a odiarlo, ahí me propuse a olvidarlo, eso fue el martes, pero hoy, hoy es viernes y lastimosamente estoy sentada frente a mi computador, mirando el Messenger y viendo cuanta gente se conecta, pero solamente esperando encontrar una notificación, la suya, la de su aparición en linea.

Son las nueve de la noche, ¿lo llamo?, ¿no lo llamo?, ¿lo llamo?, ¿no lo llamo?, ¡Maldita sea! ¿Qué hago?, mi dedo indice de la mano izquierda empieza a ascender por mi cuello, llegó a mi boca, tomé la uña entre los dientes y la arranqué, ¡Maldita sea mi ansiedad!, ¿Qué hago?

Un leve ardor se me empieza a filtrar por los dedos y sube por mis brazos, pero su imagen no se borra de mi cabeza y mi deseo por saber de él es cada vez peor. Tomo el celular, reviso mi saldo, no tengo minutos, que pendejada, me voy a matar, la uña del dedo del corazón también se ve desprendida por mi ira, no sé, no sé, me siento impotente, ¿será que piensa en mi?, ¿será que está en la casa?

Tomo el teléfono, tecleo el número de su casa y apenas la voz de su madre da un asomo al otro lado de la línea, cuelgo estrepitosamente, arranco otra uña, el ardor se hace más y más grande, no lloro, siento desesperarme, así como otros se arrancan el pelo, yo me arranco las uñas, ¿por qué?, ¿Por un idiota que no me presta atención?, yo si soy muy pendeja, además dije que lo odiaba, debo cumplir con eso. Pero que hago, si mi cabeza lo odia, pero mi corazón lo tiene presente todo el tiempo. Cero y van cuatro uñas, ya los dedos me sangran y me duele teclear, mis manos echan fuego, fuertemente echan fuego y no sé.

Un amigo de confianza se conecta, tienes minutos, le pregunto, para que me hagas un favor. No los tiene, él podía ser mi salvación, lo iba a poner a llamarlo, a que preguntara por alguien y así saber donde se puede encontrar. No se si mis dedos puedan tolerar más, voy en siete uñas y ya no se qué seguirá cuando acabe.

Maldito sea, por qué no me llama, por qué no está acá conmigo, maldito sea, maldito sea, es increíble, él tal vez se está divirtiendo con alguna vieja que conoció allá y yo acá pensando en él.

Las lágrimas empiezan a mojar mis ojos y me da rabia, rabia conmigo misma, por quererlo, por preocuparme por él, son las doce de la noche y ya me parece justo irme a dormir y así poder descansar y soñarlo así al menos lo podré tener.

Me acuesto a dormir después de apagar el computador, los dedos me arden, los cubro con algo para que no ardan, me limpio las lagrimas, empiezo a dormirme, el celular empieza a sonar, su nombre aparece en la pantalla, ¿será que le contesto?

lunes, 24 de agosto de 2009

Un Bandoneón Atravesado

Foto: Google
Vendió su cama, su ipod, sus juguetes, sus trabajos, vendió su batería, su guitarra, su moto y su carro, vendió zapatos, vendió camisetas y bolsos, vendió jeans y pantalones, chaquetas y buzos, vendió todo, metió su piano en un estuche duro, el bandoneón en otro, cogió una maleta donde echó cerca de cinco tandas de ropa distinta, un par de tennis aparte de los que llevaba puestos, compró un tiquete a Buenos Aires y se marchó, dejó atrás su pasado, sus amores, su familia, su carrera.

Luego de tres horas de viaje más o menos, puso los pies en buenos aires, se encontró caminando por las calles, abandonado, con sus instrumentos colgados y su maleta en hombros, encontró el bar con el que había hecho el contacto desde que vivía en Primavera.

Lo recibieron, le dieron las llaves de su apartamento a unas cuatro manzanas de donde quedaba el bar, esa noche tendría su primera presentación, pagado con vino, en dólares y el apartamento para él.

Esa noche, el debut fue esplendoroso, lleno total, le habían dicho que el bar tenía buena fama, pero él no se imaginó cuanta, cantó sus canciones, otras cuantas de Fito, de Charlie, de Spinetta, de Calamaro y otros más, cantó tanto hasta perder la voz, al final de la noche, una buena recompensa.

Luego de tres meses en la ciudad y de haberse ganado un publico, unos pesos y la firma de un contrato con una disquera, a punta de teclas y soplos de bandoneón y unas cuantas letras, pasó algo que no podía creer.

Eran las diez de la noche, entró por la puerta del bar, acompañada de un hombre que la llevaba de la mano, ella al verlo en la tarima tuvo la misma reacción de asombro que él. Sonrió, lo miró a los ojos y él también sonrió.

Tomó el micrófono y pronunció unas palabras, Este recital va dedicado a mi más grande musa, Morita, esto es para vos. La miró, le envió un beso con el aire y se sentó a interpretar sus canciones.

Y si el mar no tiene miedo de a la orilla llegar, Y el pájaro cuando eleva el vuelo no piensa en caer, Si el ciervo se acerca sin miedo al león, Que es lo que impide que estemos vos y yo. Cantaba al unísono el bar y él, ella lo miraba de lejos y seguía mentalmente la letra de las canciones que ya conocía. Pierde el miedo de intentarlo, Porque nada se ha escrito, Ven abrázame sigue soñando, Que yo ahí te seguiré cuidando.

La siguiente, son las iniciales de su nombre, dijo y todo el público saltó, sin necesidad de usar su voz, el bar cantó No imaginé que volvería a pasar, El amor en mi se tuvo que marchar, Ahora vuelve un poco mas grande, Y de mi cabeza no puedo sacarte.

Entre aplausos y gritos, entonó “Lejos”, una canción que le había escrito antes, cuando vivía en su país natal, Caminando te llevo a tu hogar, Luego de un rato te tengo que dejar, Entre lágrimas te veo partir, Desde ese momento comienzo a morir, el coro simplemente le hizo erizar la piel, ella vio brotar una lágrima de sus ojos que bajó por su mejilla, el hombre que la acompañaba se dio cuenta de la conexión que había y empezó a llenarse de ira, Y una hora es demasiado tiempo lejos, Para extrañarte, para pensarte, Y un dia entero pasó muy lejos, Lejos de ti, lejos de mi, Y la semana se va muy lento, Si estoy tan lejos si estoy tan lejos, Lejos de vos.

Luego de cuarenta y cinco minutos de estar dedicando canciones, tomó el bandoneón en sus rodillas, agachó la cabeza, hoy, les mostraré algo nuevo, nadie lo conoce, de hecho aun está sin terminar, pero quiero que escuchen como es, se llama “Engaño”, empezó una melodía melancólica, el aire se iba perdiendo, la letra dejaba sentir todo lo que él pensaba sobre su vida, sobre su relación del pasado, el coro, simplemente diciente: Dile que engaño no es solo besos y sexo, dile que engaño es que me tienes cada noche en tus sueños, dile que engaño es que aun te preocupas por mi, dile que engaño es que mis letras te hacen feliz.

De repente, de la nada, se vio un fulgor, una ráfaga, se escuchó un disparo, el músico paró, no tocó más, el bandoneón entrecortó sus lamentos, un orificio lo atravesaba.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Estrellas en las manos II

Desperté extrañado, quise levantarme y algo me lo impidió, miré a mi alrededor y vi las estrellas en la pared, estaba en mi habitación, el olor del ambiente estaba cambiado, había un aroma a Ralph Lauren que me recordó a ti. Intenté volverme a levantar pero ese algo no me dejaba mover.

Levanté la cobija y vi lo que me aferraba a la cama, una mano con una estrella en la muñeca me aprisionaba por el cuello, su cabeza recostada en mi pecho, su cabello castaño rodeaba mi cuerpo y sus trenzas relucían sobre todo.

¿Si será posible? Me pregunté, sonreí, sentí su olor y sí, era ella, había decidido volver. Suspiré y tomé el libro en mis manos para leer hasta que ella despertara, miré el reloj, eran las diez de la mañana de un sábado caluroso, ella despertó sus ojos chiquitos como siempre que despertaba, me miró, el libro estaba sobre ella a una distancia considerable que la dejó verme facil, sonrió y yo supe qué era, también sonreí.

Lo que esperaba que sucediera, ocurrió rápido, sin dolor, se realizó como lo había planeado, luego de varias estrellas pintadas en el piso, ella vio en mi mano derecha la estrella que le había prometido poner todos los días, sonrió, estás loco, dijo, pero asi te quiero.

-¿A qué horas llegaste?- le pregunté.

-A las 5 a.m.- respondió.

-Wow, madrugaste.

-Quería que fuera una sorpresa, así como las que me hiciste en el suelo, quería que fuera una sorpresa como los sanduches de los jueves, como las sonrisas fugaces y los sueños en los que nos encontramos.

-Pues, vaya que lo ha sido. Y ¿Cómo entraste?

-¿Te acuerdas la llave que alguna vez me diste cuando estuvimos juntos?

-Si.

-Pues yo te había dicho que la había botado, no fue así, la tenía muy bien guardada, junto a mi corazón, igual, siempre te he llevado y sé que con vos siempre he podido contar.

-Y entonces ¿ya que hacemos?

-Volvámonos a casar.

-Está bien.

-Pero no quiero que sea tan hechizo como antes, que ambos le dijimos el uno al otro lo que dice el ministro. Quiero que sea real, en serio, como siempre lo planeamos.

-Me parece bien, organicemos todo y hagámoslo.

Ese día fue maravilloso, tal vez detuvimos el tiempo, como lo hacíamos antes, besos, abrazos, sonrisas, peliculas, desayuno, almuerzo y comida, en la noche salimos a caminar por las calles como era nuestra costumbre, un café granizado y una sonrisa nuevamente, un hasta siempre y para siempre selló la noche, las preparaciones comenzarán.

sábado, 15 de agosto de 2009

Un cielo en el suelo

A Rod

Todo llevaba más de dos semanas preparado, lo había pensado como una sorpresa, actuaría con cosas que sabía te iban a hacer sonreír, bisturí en mano y cartón, imprimí esa plantilla que alguna vez te entregué rayada en una cartulina. Hice la modificación que te había prometi

do, la corté y compré los aerosoles necesarios, siempre lo quise hacer con dos.

La fecha llegó, fue el primer día en semanas que el cuerpo descansó, tal vez porque sabía que lo iba a hacer por vos, te soñó y durmió doce horas seguidas.

Amaneció, no fue algo sorprendente, pero el vértigo empezó a llenar de mariposas mi estomago, hacía ratos que no me arriesgaba así. Saqué el morral grande, guardé los aerosoles, la cinta adhesiva y el buso negro, la plantilla la guardé en una bolsa.

Me despedí de mamá, me echó la bendición, si que la iba a necesitar, porque donde la policía llegara a verme aplicando la plantilla, podría pasar la noche en su estación.

Llegué donde Rod, comimos y salimos a caminar, a mirar donde los aplicaríamos, serían lugares estratégicos que yo con anticipación había pensado.

Medimos espacios, miramos alrededor, la vigilancia nos miró con sospecha, pero poco importó, volvimos a su casa y pedimos al cielo un poco de lluvia.

Cambiamos de bolso grande a uno pequeño, metimos los aerosoles y la cinta, yo me quité la camiseta y me puse el buso. Tomamos la plantilla, cincuenta por setenta centímetros de carton y un solo mensaje.

Nos sentamos en un parque y unas gotas de lluvia empezaron a mojarnos, fue el momento preciso, subimos caminando, la policía no se moja, dijo Rod, seguimos caminando, cuando tras nosotros pasó una patrulla

policial, nos miramos y soltamos una carcajada.

Llegamos a la primera estación, preparamos la plantilla, con la cinta, la pegamos, pasaron tras nosotros unos carros, incluyendo la patrulla, lo cual retrasó nuestro objetivo, tocó guardar los aerosoles y esperar un poco. Luego del vértigo, me llené de valor y solté la primera bocanada de pintura, empezó a tomar forma lo que había planeado al verlo aplicado.

Uno, dos, tres, hasta trece aplicaciones, durante una calle. La gran mayoría en el suelo.

Trece estrellas que convirtieron el suelo en cielo, trece estrellas que acompañarán tu camino diario, trece estrellas que harán de mí cuando camines sola, por eso cada que mires al suelo sentirás mi presencia, cada que mires al suelo te sentirás en el cielo que siempre quise dibujarte y regalarte.

La lluvia se puso intensa, al menos ya habíamos terminado, pegamos la plantilla en una pared y nos fuimos.

Al otro día al despertarme encontré un mensaje tuyo, dabas gracias, expresabas tu sorpresa y alegría al verlas y decías un te quiero que sacó una sonrisa de mi boca y le dio vértigo a mi corazón.

lunes, 10 de agosto de 2009

Estrellas en las manos

“El día que quieras volver, pinta una estrella en tu mano izquierda y sonríeme, un beso, que todo te salga como lo tienes planeado. Te quiere y piensa.”

Fue el ultimo mensaje que le envió donde le pedía que volvieran a rehacer lo que antes tenían, sonrió, tal vez pudo ser interpretado de otra manera, pero sonrió, miró el cielo y siguió su camino.

Tenía 21 años, a partir de ese día, empezó a dibujarse una estrella en su mano derecha, esperando algún día entrelazar sus dedos con la mano izquierda que tenía la otra estrella dibujada, pero fue difícil.

Siguieron viendose, viviendo momentos juntos, salidas, días, tardes, noches, horas de cine, de verano, de sonrisas, de peliculas, de antaño, horas con sabor a café y a alitas picantes, horas que olían a Ralph Lauren y a cerezas, y a flores y a menta, y a coffee delight de crema de whiskey, horas de poemas, de peleas, de gritos, de adoraciones, horas de abrazos, de cosquillas, de masajes y de amores, de amores difíciles. Él siguió haciendo cosas, siguió viéndola con los mismos ojos, corriendo a su lado cada que la necesitara, él siguió a su lado, apoyándola, mimándola, mirándola, extrañándola. Vivieron así muchos muchos años. Muchos tatuajes en la piel que se hicieron juntos, sangre derramada, lágrimas, sonrisas, juegos de mesa y tardes de concierto. Sueños, pesadillas, maldiciones y creaciones, pensamientos y trabajos juntos, negocios, parrillas, asados. Sabores, sabores que pasaron, que siguieron, que vivieron.

Ella siguió adelante, él también, realizaron sus sueños, sus deseos fueron multiples, pero nunca dieron el paso, él seguía con su estrella dibujada en la mano derecha, ella lo acompañaba en todo, un día, por cuestiones de la vida, se separaron, cada uno tomó su camino y siguieron adelante, se siguieron viendo, no con tanta constancia como antes, pero se siguieron viendo, él sentía aun las mariposas en el estomago, ella tambien, pero nunca más volvió a pasar nada.

Los años pasaron, el tiempo tambien, a él los años, sus cuestiones de salud que le aquejaron desde muy joven se le fueron agravando y poco a poco fue deteriorando su vida, ella ni cuenta se dio, él la dejó, nunca más volvió a hablarle, pasaron años, más años.

Sesenta años después, ella miró su reloj, su soledad, las fotos de la antigüedad, recordó esas cerca de mil quinientas fotos que se había tomado con él, vio la repisa y encontró las fotos de sus hijos, esos que la habían abandonado para buscar su propia vida, lejos de casa, su esposo se había marchado cuando los niños eran muy pequeños y ella fue padre y madre a la vez, ese día, sintió la necesidad de verlo, de abrazarlo, de volverlo a sentir, como en la juventud, ese día tomó un marcador, dibujó una estrella en su muñeca izquierda, fue a la casa de él y se encontró un cartel que anunciaba su muerte.