martes, 29 de septiembre de 2009

Sorpresa


a danii, para sacarle una sonrisa.


Foto: Google

Todo estaba saliendo a flor de piel, como lo había pedido, el día había sido soleado y ya una tarde color rosa empezaba a caer en el horizonte. Me vi ahí parado en la entrada de la Universidad de Primavera, a eso de las cinco y treinta de la tarde, llegué con una hora de anticipación para esperarla, ella salía a las seis y media.

Llevábamos varios días saliendo, aunque siempre amenacé con ir a recogerla, no creía, dijo que no le gustaban las sorpresas, pero en el fondo me había dejado dicho que sí, que sí le gustaban, solo que no le gustaba que le dijeran que le tenían una sorpresa, sino que si se iba a hacer, que se hiciera de inmediato, sin avisarle, para ella no estar prevenida.

Me miré de arriba abajo, la gorra bien puesta, la camiseta limpia y verde, es su color favorito, el jean oscuro que siempre hacía juego con esa camiseta y los tennis negros nuevos, en mis manos los regalos, en la derecha una caja de chocolates y en la izquierda seis girasoles, era una sorpresa que la haría irse de para atrás.

Mientras esperé, me senté en las afueras de la universidad, saqué el libro que llevaba en el bolso y me puse a leer, así disipé la espera, un par de mentas en mi boca y sonrisa, una sonrisa que exprese lo que sientes y lo que ibas a hacer.

Llegó la hora, eran las seis y media y todos empezaban a salir, me paré y miré hacía la entrada esperando verla salir. El tiempo pasaba y ella no aparecía, eran las seis y cuarenta, así que tomé el celular y la llamé.

-Aló- respondió al otro lado.

-Hola, ¿Cómo estás?- Le dije.

-Ay, Hola, muy bien y ¿tu?.

-Bien, oyeme, ¿Dónde estás?

-Saliendo de la Universidad.

-¿Si? Y yo ¿por qué no te veo?

-No se, pero estoy parada en la entrada principal.

-Yo tambien.

-Si, claro, no te creo.

-En serio, estoy de camiseta verde y pantalón oscuro, con unas flores en las manos.

-Mmm, pues acá en la entrada principal, no hay nadie.

-¿Segura?

-Totalmente.

-Perdona, ¿Dónde me dijiste que estudiabas?

-En la Universidad de Primavera.

-Pues bueno, acá estoy parado en la entrada principal y tu tambien, por qué razón no nos vemos.

-Mi vida- dijo- Disculpa, ¿En qué sede estás parado?

-En la entrada principal de la sede central de la Universidad.

-Ah, con razón, es que yo estudio en la sede sur.

-Ah bueno, entonces luego hablamos, qué te vaya muy bien-

Colgué el celular, agaché mi cabeza y tomé el bus que pasa por la entrada principal y me trajo hasta mi casa.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Calor

Foto: Google

Llegó, estaba hermosa, más que siempre, ¿será que cada vez que la veo está más bella?, ¿será que como dicen por ahí estoy enamorado?, no lo sé, el caso es que llegó y estaba hermosísima, almorzamos y como habíamos despertado muy temprano, fuimos presos de un sueño que nos fue tomando de a poco.

Me acosté, ella lo hizo sobre mi pecho, entrelazó mis dedos con los suyos y en medio de esas conversaciones que no terminan y que no dan cabida, fuimos quedando dormidos, ella sonriente y cubriéndome con su cabello negro, yo sonriente esperé encontrarme en esos paisajes oníricos donde la encontraba siempre.

El calor de ese domingo, nos podía demostrar que sí, era domingo, que era verano, nuestros cuerpos sudorosos, todas las ventanas de la habitación abiertas y un sonido de la naturaleza filtrándose por ellas, fueron influyentes para despertarnos.

Yo me desperté primero, busqué la manera de salirme de sus brazos a refrescarme un poco, me quité la camisa y me senté en el borde de la cama, tomé el cuaderno y me dispuse a dibujarla, ella era para mi esa musa que para muchos genera poesía, para mi generaba algo más que eso, era pintura, era escultura, toda expresión artística que puedan imaginarse. Dibujaba pero no la miraba, solo la dibujaba mientras me acordaba de su imagen en mi cama.

De repente sus brazos se posaron en mis hombros y me aprisionaron en ellos, empezó a besarme el cuello, un escalofrío indescriptible me recorrió desde el lugar del beso hasta el dedo meñique de los pies, cada vez lo hacía con más pasión, su lengua recorría desde el lóbulo de la oreja hasta el final del cuello, donde la clavícula se une a él y el escalofrío seguía invadiéndome, yo lancé mis brazos hacia atrás, mis manos se encontraron con sus piernas, el jean se interponía entre su piel y la mía, pero la encontré igual a cómo estaba, llena de pasión, recorrí desde su tobillo hasta el muslo con mis dedos, ambas manos se movían de arriba abajo, su piel se erizaba al ritmo de la mía y la intensidad de sus besos cada vez era mayor, la tomé de las piernas, la pasé de atrás para adelante, la puse sobre mí y la sentí en mis labios, su lengua se introdujo en mi boca y la excitación subió más y más, puse mis manos bajo su camiseta, sudaba, el calor estaba haciendo sus estragos, tal vez el calor mismo estaba haciendonos perder en la pasión el uno en el otro.

Tomé el borde de la camiseta, se la quité y su piel se unió a la mía, el sudor de ambos se mezcló con el aroma de ese calor, su sostén también rodó por el suelo de la habitación, ya sus manos estaban en mi espalda y alternaban su recorrido con el pecho, seguía besando mi cuello, me paré, fui a la cocina y cuando volví estaba en la cama, acostada boca abajo.

Me posé en su espalda, mi lengua empezó a subir desde su cadera hasta su cuello, sentí como su cuerpo se erizaba de a poco, me movía en su cuerpo como si lo conociera de antes, pero era la primera vez que lo podía sentir desnudo cerca al mío. La respiración se le aceleraba, la agitación de su aliento me excitaba y en besos en su boca volvía a bajar nuevamente hasta su cadera.

Ella se volteó, me desabrochó el pantalón y lo sacó, hice lo mismo con el de ella, y quedamos ahí, ella en tanga, yo en boxer, ella sobre mi.

-Eres todo lo que siempre desee- dijo.

-Yo se, porque para mí también lo eres- respondí.

Me besó.Se quitó la tanga, yo me quité el boxer, la miré fijamente, ella me miró, me envió un beso en el aire, el sudor que estaba en su pecho la llenaba de un aire sexy que me hacía desearla más, el cielo azul se estaba poniendo gris, la unión coital fue esplendorosa, sensacional, el gemido de cuando estuve adentro hizo excitarme aún mas.

Los gemidos de ambos tan profundos, tan suaves, tan sinceros, tan sanamente alegres, armonizaron la habitación. El cielo descargó todo lo que tenía, nosotros, nos dimos todo lo que teníamos, la lluvia afuera refrescó el suelo, nosotros nos refrescamos con nuestros instintos descargados en nuestros cuerpos y así, entre gemidos y suspiros, perdimos la energía y volvimos a dormir.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Cinismo

La miraba fijamente a los ojos, el aliento se le iba, el dolor que expresaba tener parecía indescriptible, solo sentirlo podría dar la experiencia que estaba viviendo.

Él con el cuchillo en la mano veía como su amada se desangraba, le había apuñalado el pecho, la espalda, había hecho daños irreparables, la lengua se la había cortado y se había encargado de poner varias puñaladas en lugares donde la movilidad de las extremidades debería perderse.

Su camiseta ensangrentada y el dolor de conocer su traición aún quedaban, la venganza a la que la había sometido fue tal vez cruel, pero fue lo mejor que pudo haber hecho.

La tomó en sus brazos, su cuerpo pesaba bastante, aún tenía signos vitales. La subió al carro y se dirigieron al hospital, aun le quedaba algo de cordura, no era un asesino.

Ella seguía quejándose, sus ojos bañados por las lágrimas y un camino a su salvación cada vez más cerca.

Llegaron al hospital, él pidió una camilla lleno de angustia, un enfermero salió a ayudarle, la subieron a la camilla y entraron con ella al hospital.

En la sala de espera los detuvieron, una enfermera se les acercó.

-¿Qué es usted con la joven?- Preguntó.

-Soy el esposo- respondió él.

-¿Qué pasó, ella por qué está así?

-No se- dijo él muy tranquilo- cuando llegué a casa estaba ahí, acostada en el suelo desangrándose.

Ella gritó y gritó con rabia, sus ojos cambiaron de expresión, el dolor se hizo menos intenso que su odio, ahora si lo odiaba, lo miró mientras se alejaban con ella para hacerle los exámenes para tratar de salvarla.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Estrellas en las manos IV

A un Fantasma de Estrellas En las Manos

Eran las diez de la noche, se sirvió un par de granadillas en un pocillo, mientras yo la miraba, sonrisas salían de nuestras bocas como es casi costumbre cuando estamos juntos, la miraba a ella y luego me miraba al espejo. Me senté en las escalas de su casa y ella fue corriendo a golpearme las manos. No te rasques, te va a hacer daño, dijo. Yo sonreí, bajé mis manos y me quedé ahí sentado.

Ella tomó una cuchara en una mano y el pocillo en la otra y fue a sentarse en el mueble de la sala, yo seguí sentado en las escalas, un muro nos separaba.

-Cuéntame algo- dijo.

-mmm, te contaré un cuento- respondí.

-listo.

-Había una vez. No, había una vez no, no me gusta como empiezan los cuentos con había una vez.

Ella sonrió.

Tomó el celular en sus manos, la llamó, ella respondió.

-¿Qué vas a hacer hoy?- le preguntó él.

-Nada, tengo que hacer cosas de la u. Entonces por eso no nos podemos ver- respondió ella.

-Ah bueno.

Colgó el celular y miró la estrella que lleva en su muñeca derecha, la besó, anhelando que ella sintiera el beso en la mano izquierda donde lleva ella su estrella, sonrió. ¿Será que ya no le gusto? Empezó a preguntarse, ¿será que tiene algo más importante que yo? Pero si ella sabe que conmigo a su lado se puede sentar a estudiar un rato.

Era un domingo cualquiera, donde él anhelaba como cada domingo, estar a su lado, pero saber que ella no podía, ¿no podía o no quería?, le carcomía la cabeza, será que ya no me quiere, será que ya no siente nada por mi, yo creo que ni tiene la estrella hoy en sus manos; miraba el partido de futbol y encontraba en esa monotonía un aburrimiento total, si estuviera ella acá, estaría todo distinto, se dijo.

Cerró los ojos un minuto y sintió como su cuerpo descansaba, pero él no quería descansar, sonó el telefono y él salió corriendo a contestar anhelando que fuera ella, pero no, no fue asi, era para su padre, miró el celular lo tomó en las manos y tecleó el telefono de ella, hundió el botón de marcar, pero ahí mismo colgó ¿Será que ya no le gusto, será que ya no le importo?, ni una llamada, al menos para saber si estoy en casa, pero no, maldita sea, no llama, se dijo y siguió acostado en su cama, dandole giros al celular entre sus dedos.

Pasó el canal que estaba mirando. La vio ahí pero no era ella. Hundió un botón y en el silencio del cambio de canal, escuchó una voz que decía, agacha la cabeza que te golpeas, mientras subía las escaleras de su habitación, era la armonía de su voz, esa que tanto le gusta oír, esa que en todo el día había querido oír.

Ella entró en la habitación, vio las estrellas en la pared pintadas, lo miró a los ojos, se le acercó, se acostó a su lado, lo besó en los labios y le dijo:

-Cásate conmigo.

-Si. Pero ¿Qué haces acá?- respondió él.

-Una sorpresa, además sentí el beso que diste en tu mano y me hizo erizar la piel, entonces dije que quería sentir esos besos en mis labios hoy.

-Fin- le dije.

-Gracias, aunque no me gustó el principio, porque yo no sería capaz de hacerte eso- dijo ella.

-¿Y quien dijo que era para vos?

-Yo, yo lo digo, igual, vos que haces al otro lado de la pared, ven acá y dame un beso, ven acá y dime que quieres que sea tu estrella en el firmamento y en tu muñeca, ven acá y dime que quieres compartir conmigo todos tus días a partir de hoy.

Me paré, crucé la cortina de círculos y llegué a esos labios, esos que había descrito en poemas y canciones, esos que hace mucho estaba anhelando besar.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Defensa Propia

*Basado en la canción: Fuego y Miedo de Ska-P Album: Lagrimas y Gozos (2008)

Había crecido viendo películas de Clint Eastwood y Paul Newman, donde primaban los Smith and Wesson, los cargadores vaciados en cuerpos de vaqueros malos y los caballos. Su padre era su ídolo, más que los actores antes descritos, pero quien lo impulsaba a seguir adelante. Tenía nueve años y le veía como ese superhéroe que todo nos soluciona, todo nos salva.

Siempre quiso ser como Clint o Paul, tener el control de un arma y acabar con los malos, llegaba del colegio y prendía el televisor, reproducía el mismo DVD todos los días, tomaba el palo de la escoba y suponía que era su caballo, tomaba un par de cucharas y suponía que eran sus pistolas, las ponía en su cinturón y quedaba listo para la acción, las almohadas le servían de montañas, el perchero de casa podía hacer de cactus y mamá, mamá era esa amada mujer que siempre lo esperaba en el salón, sentada en la barra de casa que podía asemejar la del salón de la película y con un vaso de leche que para él era el más fino coñac.

Vivía en Pensilvania, pero papá que era un gran empresario de la ciudad había sido ascendido hacía unos días y sería trasladado a Texas. ¿Texas? Wow, su sueño hecho realidad, desierto, caballos, salones, vaqueros, sería ahora sí, como Clint o como Paul. Feliz por este traslado, empacó todo, hasta la foto de ambos que siempre ha cuidado como a su vida.

Llegó y se instaló, ya la empresa de papá le había inscrito en la mejor escuela de la ciudad, él se llevó una gran decepción, ni vaqueros, ni salones, ni desierto, nada, estaba en Houston y parecía una ciudad igual o hasta peor que las de Pensilvania, tenía nueve años y su sueño se había frustrado al conocer Texas y ver que no era como en las peliculas.

Entró al colegio, nuevo modelo educativo, nuevos compañeros, nuevos profesores, sonreía a todo el mundo, pero era visto por sus compañeros como el niño nuevo, de hecho lo trataban mal, el primera día, llegó con un ojo inflamado a casa, mamá preocupada le hizo curación y le explicó que iba a ser difícil adaptarse, que esperara y que además denunciara estos maltratos ante los profesores y coordinadores. Él aceptó, pero cada día llegaba con un moretón nuevo causado por sus compañeros de curso.

Papá enojado fue al colegio y habló con los profesores, quienes le informaron su desconocimiento sobre el problema, pero se comprometieron a estar pendientes del chico, además de esto, papá le dijo que no se fuera a dejar de nadie, que se defendiera, el chico sin saber que hacer, dijo que eran muchos y el papá le dijo que así sería más hombre entonces, enfrentándose a todos y dándoles su merecido.

Los días pasaban, ya iban tres meses y nada cambiaba, era golpeado a diario, moretones adornaban su cuerpo y sus ídolos no podían ayudarle.

Un día, después de mucho pensar y pensar, se dio cuenta que sus héroes no podían ayudarlo y que por esto se tendría que convertir él mismo en uno de ellos. Recordó que papá tenía una pistola nueve milímetros, aprendió a cargarla en Internet y salió para el colegio, lleno de ira, con ganas de acabar con los malos, llegó y los chicos que siempre lo golpeaban lo estaban esperando, él lleno de odio, los miró a los ojos, desenfundó el arma que llevaba en su cinturón y empezó a disparar, descargó el proveedor, veinticuatro balas, igual que la cantidad de niños que cayeron en sus manos. Se sintió como Clint, como Paul, cuando acababan con el mal, tomó la leche que venía en el almuerzo y se tomó dos tragos profundos que le supieron amargos como los tragos de coñac que ellos tomaban, se había convertido él mismo en su heroe.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Estrellas en las manos III

A un Fantasma de Estrellas en las manos.

Foto: JuanSe

La cita estaba dispuesta, en el metro nos encontraríamos, nos conocimos hace poco tiempo y la conexión fue tal vez de las mejores que había sentido. El Ipod dejaba sonar canciones, gritos iban y venían de un oído a otro, la energía iba subiendo en mí y el reloj iba moviéndose de a poco. La cita era a las seis y cuarenta de la tarde y ya eran las seis y cincuenta, y yo no sabía que hacer, confiaba en su llegada, algo me decía que así sería.

Miré libros, escuché música, leía títulos de la librería en la estación del metro y ella no llegaba, el tiempo iba corriendo, “…No Tengo nada pero soy feliz…” decía al fondo la canción que oía cuando en la lejanía del puente para llegar a la estación la vi.

-Hola- dijo.

-Hola- respondí.

-Pensé que te habías ido.

-No, yo espero hasta media hora, igual el trancón que hay en el puente peatonal no deja llegar a tiempo a nadie.

Sonrió y empezamos la conversación, una conversación que duró horas, acompañada de gaseosa, papas y risas, golpes, pucheros, gritos y muchas pronunciaciones de maldito y maldita, odios, amores, tristezas pero sobre todo más sonrisas, fue algo que realmente me llenó.

Vimos la obra de teatro, preparada especialmente para ella, la sala a la cual le cabían cincuenta personas estaba solo para nosotros, algo que no había preparado yo, ¿Una coincidencia?, pues no se si el destino premeditó que nuestra cita cultural estuviese acompañada de una sala de teatro solo para nosotros, pero fue algo muy agradable. Sonrisas por mil más que relucían en la oscuridad de la sala.

Salimos y la luna llena, blanca y reluciente estaba sonriendo sobre nosotros.

-Yo soy la luna- dijo.

-Y yo la estrella que te acompaña- respondí- pero lástima que hoy no te estoy acompañando.

Ella miró al cielo, elevó su mano izquierda y me dijo:

-Pues no me estás acompañando en el cielo, pero mira esa.

Y con el dedo índice de su mano derecha fue señalando hacia arriba, yo miraba estupefacto esperando ver, donde me encontraba, cuando de repente su dedo se posó sobre su muñeca izquierda. Yo sonreí, no lo podía creer, ella, con una estrella en la mano. Me subió el buso en la mano derecha y encontró ahí mi estrella dibujada.

Nuestros cuerpos se acercaron, yo la tomé de la cintura, ella me puso los brazos en los hombros, como lo había hecho durante mucho rato de la noche mientras caminábamos, nuestros ojos se miraron fijamente, mi cara se acercó a la de ella, mis labios se posaron en su nariz y hambrientos de deseo y pasión buscamos que se unieran, pero no, ni siquiera nos rozamos los labios, nos fundimos en un abrazo, y seguimos caminando.

-Y ¿Por qué tú estrella va en la mano derecha y la mía en la izquierda?- preguntó.

-Para que cuando nuestras manos se entrelacen, las dos estrellas se unan y caminen juntas por el cielo que estamos pintándoles.


miércoles, 2 de septiembre de 2009

La Chica del Chuyo

foto: google

Eran las once de la noche, sentado en el mismo parque, en la misma escala, sonreí, decidí comprarme algo de tomar y caminé al bar donde compro siempre, una malta que me calmaría la sed, asi como a muchos lo hace una cerveza. En el camino, una sonrisa iluminaba mi caminar, una sonrisa acompañada de un amigo con la cabeza ya perdida por el licor, una sonrisa, un cabello castaño cubierto por un chuyo, un gris, pero muy bien tejido chuyo.

-Parce, mirá te presento. Uvita, él es JuanSe, parce, ella es Uvita, yo a este chico lo admiro, porque no toma, no fuma y parcha en todos lados con nosotros- fue el preámbulo que me hizo el amigo que se encontraba con ella.

-Mucho gusto- dijo ella.

-Mucho gusto- respondí yo.

-¿Qué haces?- preguntó.

-Escribo, mucho, voy a conciertos.

La Noche estaba tornada por una monotonía y un aburrimiento el cual cuando se empezó a dar la conversación con ella pasó a convertirse en interés, un interés extraño, pues la conversación con ella, no era tan intima, de hecho, la conversación con ella tenía que ser compartida con la conversación con la chica y el chico que la acompañaban.

Hablé sobre mí, sobre mi diario, lo que hacía, todo eso que me preguntaban, ella sonreía con una que otra ocurrencia, tal vez los demás también, pero sin pensar, solo su cara, su cabello envuelto en el chuyo y sus ojos, cafés ojos eran lo que importaban en ese momento.

“No cambiaría un pedazo de carne por un plato de lentejas”, ella sonrió al escuchar esa frase y nuestros puños se encontraron en el aire. Ambos sonreíamos y las miradas se chocaban con picardía.

Le pedí que caminara conmigo un rato, mientras nos tomábamos una malta, ella accedió, su chuyo me gustaba mucho, no se, tal vez no tanto como verla sonreír, pero me gustaba. La miré a los ojos.

-¿Qué te gusta hacer?- le pregunté.

-Me gusta actuar y cocinar.

-Excelente, ¿y el cine?

-Me encanta, pero sobre todo las películas de la India.

-Esas películas son muy chéveres.

Caminamos, en círculos, yo la miraba, ella también, nuestras miradas seguían chocando, mis ojos brillaban de alegría, tal vez ella lo notó, pero hizo como si nada, sus ojos brillaban también, pero yo no dije nada tampoco.

-¿Cuando me vas a escribir algo?- me preguntó.

-No se, apenas te conozco.

La noche se convirtió en madrugada, sonrisas siguieron adornándonos, nos mirábamos con picardía, los demás sonreían también, pero estábamos en nuestro mundo.

Al partir saqué un papel de mi bolso, le dejé mi número de celular y le escribí una frase. “ponte tu vestuario y sé mi actriz, yo escribiré el mejor papel para ti, no uses rubor, no hagas nada de eso, que yo te ruborizaré con mis versos”

Ella tomó el chuyo me lo entregó y me dijo que lo guardara para que me acordara de ella y durmiera tranquilo. Que así podría soñarla.