viernes, 27 de febrero de 2009

uVe

-No creo en el destino- me gritó.

-Igual, si vos no lo hacés yo si, y estoy seguro que el destino nos tiene deparado algo para el futuro- le respondí.

Estaba mirando una pelicula de esas que nominaron al Oscar, la gran opcionada y la más decepcionada, la que hablaba de ese amor eterno entre una niña y un anciano. Yo reparaba en silencio, nada más que recordando promesas, versos, sueños, silencios, tardes, noches a su lado. Tardes y noches y días en las cuales el cielo empezaba a cubrirse sin ninguna espera, sin ninguna contemplación y desbordaba esos colores que se movían en todas las gamas de azules y verdes.

Recordaba los catorce años, cuando llamaba a despertarte y con una sonrisa preguntaba lo obvio, si me había despertado, y yo sonriente y somnoliento le respondía que no, ella simplemente sonreía. Fue cosa de varios años, recordaba sueños, abrazos, conversaciones hasta entrada la madrugada, era la ultima voz y la primera que escuchaba en vacaciones, ella, simplemente sonriente, un amor infantil, ni tan infantil, que iba derrochando alegría e inspiración en un joven que a veces no recordaba nada y otras veces recordaba todo.

Te escribí algo, era algo que muchas veces le dije, ella sonreía, y me pedía que se la cantara, era imposible, yo no tenía voz, mi voz solo salía en el papel, nada más. Así nos comunicabamos, ella me hablaba y yo simplemente respondía.

Recuerdo que mamá fue feliz cuando vio que inventaron la video llamada, porque asi yo podría escuchar las llamadas y a traves del mensajero podía responderle en letras. Ahora el hecho de no poder hablar no era un impedimento. Fue asi como aprendí a escribir, como empecé a reflejar mis sentimientos en letras, luego llegó a mi vida ella, una persona hermosa, que siempre ha estado ahí, sin importar nada, sin importar mi estado, ella ha visto mi progreso y ha valorado eso.

Mi enfermedad es de nacimiento, “el niño no va poder hablar”, mamá tal vez sintió como el cielo se le derrumbaba encima, pero papá la animó y simplemente le dijo, le enseñamos a escribir, asi se puede comunicar.

Luego con el tiempo, aprendí a hacerlo, y poco a poco fui retratando mi vida en letras, fui pintando el mundo con el color de mis lapiceros y fui llenando mi vida de ese mismo color, alegre y sensible, asi era como me definía siempre.

Luego de un tiempo hablando con esa chica, unos dos años, entre besos y abrazos a través del mensajero y la videollamada, quise mostrarle mi inspiración, y la invité a salir, solamente para escribirle una canción.

Ese día llegó, fue en abril, llegué y su mamá me abrió la puerta, hola Juan, me dijo, yo sacudí la mano e hice una reverencia en tono de respeto, ella miró a su hija con cara de extraña, ella me conocía y siempre pensaba que yo era muy callado, salimos con Uvita a caminar, ella con un buso morado que aún recuerdo, yo iba con una camiseta a rayas azules y negras, el cabello organizado y ella con su olor característico que siempre me había gustado, comimos un helado y volvimos a su casa, donde hablabamos, ella con su voz, yo con mi cuaderno le respondía, me acosté en su pecho y empecé a escribirle, la canción que le había dicho, “Quiero Besarte” se llamó y ella accedió.

El día terminó espectacular, yo salí para mi casa, y me propuse aprender a hablar. Imitar los sonidos, pero el hecho de que no tuviera cuerdas vocales impedía que lo pudiera hacer.

Hoy luego de tantos años, unos 10 aun la sigo escribiendo, y la recuerdo en esta sala de cine y quiero abrazarla y quiero besarla, hoy luego de tanto tiempo de escribirla y que ella disfrute mis besos, solo recuerdo esa conversación que tuvimos y que nos alejó, y aun recuerdo esas palabras que dijo.

-No creo en el destino.

-Igual, si vos no lo hacés yo si, y estoy seguro que el destino nos tiene deparado algo para el futuro- le respondí.

Hoy luego de diez años de esas palabras, cuento con ella, está ahí, se preocupa por mi y vive a mi lado. Y aun no puedo hablar.

viernes, 20 de febrero de 2009

La chica de los zapatos rojos

Desde que nací hace casi 18 años, mis padres, me enseñaron a no mirar al cielo, era una ley nacional en la cual se advertía que a causa de la radiación solar, quien mirara el cielo perdería totalmente la visión, “el sol está enfermo” decían papá y mamá siempre, me contaban todo lo que habían hecho ellos para salvarlo hace tanto tiempo, pero siempre terminaban diciendo que era imposible que con solo la voluntad de dos personas se pudiera cambiar el curso del planeta, que cada vez, como se dice en mi pueblo,  “va de culos”.

Salir a la calle es toda una osadía, toca ponernos trajes antiradiactivos, material del que hoy día está hecha toda nuestra ropa, cubrirnos completamente, salir de sombreros, gorras, lentes oscuros y eso si, mirar siempre hacia abajo, porque el reflejo del sol en los lentes de otras personas puede ser igual de riesgoso que mirarlo directamente. 

En ese caminar y caminar por el mundo con la cabeza gacha, encontré en la escuela algo que me llamó la atención, unos Converse rojos, con unos pantalones a rayas ceñidos al cuerpo, levanté la mirada hasta la cintura y era una figura perfecta, la escuché hablar y realmente me pareció hermosa. Es una sensación extraña pero realmente placentera. 

Hace ya varios días que me acerqué y conocí sus zapatos, siempre la reconozco por ellos, siempre los lleva, cambia entre pantalones, faldas, shorts y bermudas, que sin importar, siempre llevarán los converse como juego, si el sol no fuera un impedimento, ya habría levantado la cabeza y la miraría a los ojos; pero hay algo que sé, ella ya empezó a notarme y ya a veces le hago falta, ¿por qué?, porque un amigo mío la conoce y ella le ha preguntado por mi, el chico de los zapatos grandes.

Hoy me acerqué, simplemente a hablarle:

-Hola, ¿Cómo estás?

-Muy bien y tu?-Me respondió.

-bien muy bien. Mira, mucho gusto, me llamo Juanse.

-Mucho gusto JuanSe, mi nombre es Violeta.

-wow, bonito nombre, tanto como tu, sabes, solo me acerqué a decirte que me gustas, me gusta tu forma de ser, me gusta tu forma de hablar, cuando hablas de Faciolince con esa propiedad, cuando te metes en los poemas de Borges y los dices con ese sentimiento, me gustan tus piernas y tu cadera, me gusta tu forma de ser, tu trato con tus compañeras, me gustas tanto, que me gustaría invitarte a salir.

Ella sorprendida respondió.-realmente es increíble que te acerques así, pero igual tu a mi también me gustas hace un tiempo, tus zapatos me llaman mucho la atención, tus pantalones, tus conversaciones, tu Ipod sonando a todo volumen en tus oídos, tus libros, tu cuaderno me agradan, me gustaría saber mas de ti. ¿Estaría bien hoy a las 7?

-si, encantado, ¿paso por ti a tu casa?-

-Sabes donde vivo?

-no, pero me puedes decir y asi pasó por ti.

-ok, vivo en la 118A de Terracota.

-allá estaré.

Llegué puntual como es mi costumbre, a esa hora solo salimos con sombreros y lentes oscuros, el cuerpo va cubierto pero con ropas normales, como cuando papá y mamá eran jóvenes.

Me puse un atuendo que reflejaba demasiado mi personalidad, me eché perfume porque papá me obligó, ya que dijo que debía conquistarla con mi olor.

Toqué la puerta, ella salió, mi cabeza estaba agachada, levanté la mirada y la miré fijamente a los ojos, me fundí en ellos, era tan hermosa, su cara angelical, piel rosada, ojos verdes, cabello rubio, tenía un vestido del color de su nombre, y había cambiado sus converse, tenía unos verdes, era lo único que había cambiado de ella.

Me abrazó y me dio un beso entre los labios y la mejilla, en esa esquina de la boca, me pidió que la esperara, entró, tomó su bolso y salimos a caminar.

Caminamos demasiado, hablamos, comimos un helado, ella no quiso comer nada de sal, dijo que era muy apresurado comer algo decente en la primera cita, que era simplemente para conocernos.

Estuvimos juntos casi cuatro horas, la miraba de reojo, ella tambien me miraba, en un instante ella tomó mi mano y mi cuerpo casi se cae, sentí unas mariposas en el estomago que nunca había sentido, era espectacular. Caminamos tomados de la mano durante mucho tiempo y luego decidí abrazarla. Ella paró me tomó las dos manos y me dijo:

-JuanSe, te gustaría ser mi novio?

-si, no lo pensaría ni un segundo.

Se abalanzó sobre mi, me abrazó el cuello con sus brazos y fui sintiendo como su tibia lengua entraba en mis labios y me besaba apasionadamente, mis ojos se cerraron, disfrutaron el momento, mi cuerpo ni hablar, estaba hecho un espectáculo, una fiesta total. El corazón mío palpitaba y yo sentía que el de ella iba más rápido que el mío.

La dejé en su casa, un beso nos alejó por esa noche, al otro día la vería nuevamente en la escuela. Salí de su urbanización y empecé a bailar mientras iba hacia la mía, eran unas cuantas manzanas las que nos alejaban. Me sentía feliz. Cantaba, saltaba, sonreía.

Al otro día en la escuela, llegué y la busqué, no estaba, no llegó. De repente sentí como si se hubiera olvidado de mi. No encontraba a sus amigas, no encontraba esos zapatos que siempre la acompañaban a ella y a sus amigas.

Unos brazos me tomaron por la espalda, un peluche de una jirafa se posó en mi pecho, miré los zapatos, eran azules, yo aún no descifraba, levanté la mirada, la vi y la besé. En ese momento, vimos como la radiación desapareció, nuestro miedo desapareció, y vimos como el sol fue aliviando su enfermedad gracias a nuestro colorido amor, que le perdió el miedo a perder la visión, nuestro amor que se arriesgó a caminar con la cabeza erguida sin temor a nada.

sábado, 14 de febrero de 2009

La chica de la ventana

La miraba cada que salíamos a la sala común para esparcirnos, ella miraba por la ventana siempre, yo me hacía cerca, pero lejos, nunca había sido capaz de acercarme. Los médicos me decían que ella llevaba casi el mismo tiempo que yo interna, que había llegado dos días después que yo, con el mismo problema, yo la vi y sinceramente desde que lo hice sentí el famosísimo flechazo de Cupido, me sorprendió encontrar a una chica tan bella como ella en un sitio como éste.

Ayer fue el día de visitas y he podido notar que ella no tiene quién la visite, a mi vino Alejo mi mejor amigo a visitarme, me saludó y hablamos un rato, me miraba extraño, decía que yo tenía un nuevo y mejor semblante, yo solo acerté en decirle que me sentía mejor, le entregué unas hojas y le dije:

-Entrégaselas a ella.

-¿A quién?- me preguntó.

-A ella, a la mujer que me roba el sueño, esa por la que quiero salir, esa que ha hecho cambiar mi semblante.-Le dije.

-Pero parce, no se de quién me hablás.-

-De la muchacha de la ventana, yo sé que vos sabes donde vive.

-¿Cuál vieja de la ventana? ¿Cuál ventana?

-Parce, la bonita, esa rubia, de cabello hasta los hombros, ojos verdes, piel rosada, que el blanco se le ve hermoso. Y la ventana, pues, es la ventana del salón común de acá.

-Parce, vos estas loco, en serio.

-No hermano, yo la veo todos los días, entró conmigo, eso me dijeron los médicos.

-Parce, si en el hospital solo hay cuatro internos y todos son hombres.

-Parce, pero yo la veo todos los días.

-¿y le has hablado?

-No, ella es muy callada, yo la veo a lo lejos, pero no he sido capaz de acercarme, le escribo todos los días, pero es mejor que se lo entregués vos, yo se que vos sabés donde vive, y ella va a entender.

-Ok.- me dijo.

Nos despedimos y él se marchó, habló algo con los médicos antes de irse y luego salió.

Hoy hablé con la chica de la ventana, nos hemos conocido y si, es perfecta, hemos hecho planes, ella me dijo que yo le gustaba, que me veía observándola y retratándola con mis letras, porque sabía  que yo la escribía, que era ese motivo para escribir y tengo ganas de besarla, de pedirle que sea mi novia, pero no se qué hacer, me da miedo.

Aproveché que era día de visitas y yo mismo la visité, ya que nadie viene a hacerlo.

Alejo vino a visitarme a mi y yo le mandé otras cartas con él.

Alejo me dijo que reaccionara, que la chica de la ventana no existía.

Yo solo le dije que sabía que nuestro amor era imposible y por eso nadie estaba de acuerdo con nuestra relación, pero que poco me importaba, yo la amaba y quería estar con ella para siempre.

El teléfono suena, en el identificador de llamadas aparece el número del hospital mental, contestan:

-Aló.

-¿Don Alejandro?- se oye preguntar al otro lado de la linea.

-Si, con él.

-Don Alejandro, Juanse no está en su habitación.

-¿Qué? ¿Cómo Así?

-Si señor, no está y dejó una nota sobre su cama.

-¿Y qué dice la nota?

-ME HE ESCAPADO CON LA CHICA DE LA VENTANA

miércoles, 11 de febrero de 2009

Muy Personal

Hoy tal vez incursione en un estilo que no me caracteriza, pero realmente no sé como expresar esto, como decir lo que pienso, lo que siento, tal vez un cuento no diga lo que estoy atravesando y por eso tal vez lo haré lo más literal posible, lo mas directo, frío y desgarrador que pueda hacerlo, así como cuando se apuñala un corazón.

Ayer tal vez fue el peor día de mi vida, pese a que mucha gente me hizo sonreír, pese a que muchos se esfuerzan por hacerlo, yo sonrío por conveniencia, porque tal vez sea la unica manera de escaparme de mi realidad.

Esta será tal vez mi carta de despedida, la última vez que mi inspiración trabaje al menos en un tiempo para contar un cuento.

El día comenzó un poco mal, era un día frío, había llovido toda la noche, eran las 5:15 a.m. y yo salía a sortear las calles, aunque ya antes me había dicho que el día tal vez no sería bueno para mí, pues aplasté mis dedos de la mano izquierda con la puerta del estudio de mi casa. Salí a estudiar como es ya la rutina y mientras subía al bus que me lleva a la universidad, resbalé, de esas veces en que la suela de tus zapatos falla y hace que cuando te sentías tan seguro de poner el pie en la escala caigas, me sostuve de un tubo que sirve de pasamanos, pagué el pasaje y como ya es normal me quedé parado esperando un puesto. Las manos en el tubo para sostenerme, Enter Shikari sonando en el Ipod, “No Sssweat” castigando mis oídos y mi cuerpo con ganas de bailar, miré el antebrazo que me ardía y encontré un hueco que emanaba sangre de él, ahí gasté el último pañuelo que llevaba conmigo para sonarme la nariz por la gripa.

Llegué a estudiar, con la cabeza puesta en lo que pasaba luego de clase y tal vez tratando de verle el lado amable a las cosas, me decía a mi mismo: “Juanse, todo va a estar bien”, “Juanse, no es nada, relájate”.

Salí de clase, comí algo y me fui para el edificio ese, donde tenía la cita, donde iba a encontrarme con alguien a quien nunca había visitado, mis cuentos impresos iban guardados en el bolso, mis nervios guardados en mi pecho y mi cabeza, un altavoz que llamaba a la gente y una ciudad que se ve inmensa desde ese sexto piso. Mi nombre fue mencionado por los parlantes y ese juego de escondérmele a la medicina, que muchas veces me había hecho discutir con mi exnovia, había terminado.

Entré al consultorio, el hombre me saludó y me preguntó, “Juan, por qué crees que estás acá” yo lo miré y le dije, “Tal vez, porque estoy perdiendo la razón” el sonrió y me empezó a hacer preguntas. Terminé contándole de mis pesadillas, de mis visiones, de la sangre luego de ellas, de mi amor, de mis sueños, de mis posibilidades, de mi trabajo, de mi banda, de la música que escucho, de las bandas queme gustan, de cuanto disfruto un concierto y finalmente porque él lo pidió, le mostré mis cuentos. Leía los títulos y se sumía en la lectura, preguntó por “Traición”, “Tranquilidad”, “Estrellas”, entre otros, yo solo podía decirle que eran fruto de mi imaginación.

Luego de casi 45 minutos en el consultorio solo pudo decir, “Juan, tenés ESQUIZOFRENIA”. Ahí, simplemente ahí, sentí como un vacío llenaba mi cuerpo, mi estomago, miré por la ventana, él continuó, “Te voy a mandar unos antipsicóticos y unas recomendaciones de cositas que no debes hacer”. Esas recomendaciones pensé que serían fáciles de hacer, pero me llevé la sorpresa de que empezó a musitar frases que para mi eran aterradoras: “Juan, te voy a pedir el favor de que hagas esto al pie de la letra, porque asi tal vez puedas calmar esas cosas que tenés, mirá yo se que no es facil, pero hacelo y veremos el resultado. Empecemos con la lista:

-No debes seguir escribiendo.

-No vayas a conciertos.

-No toques batería.

-No uses audífonos.

-No escuches música muy duro.

-No salgas en las noches.”

Ahí lo interrumpí y le dije, “Doctor ¿usted cree que quitándome eso voy a estar mejor?, con eso me va a matar, esa es mi vida, solo prohíbame que no puedo volver a leer ni sentarme en el computador y me meto un tiro de una vez”. Él sonriente me dijo “Te dije que no iba a ser fácil, pero vamos a hacerlo y veremos los resultados”. Yo asentí con mi cabeza, volví a mirar por la ventana, las lágrimas en mi rostro ya dibujaban otra cara, tenía ganas de salir volando por esa ventana, como en “Estrellas” o como lo hizo la chica de “Eterna Pesadilla”. Recibí la formula y salí, le di las gracias al doctor que solo me dijo “Cálmate, tal vez lo que necesites sea un buen rato en el campo, un fin de semana”.

Luego de salir del consultorio, entré en el baño, me lavé la cara con agua fría, me miré al espejo, sonreí, pero mi cara de tristeza no dejó que fuera tan alegre como antes. Miré al frente, dije, “listo vamos a tratar” y salí para mi casa.

Hoy, con lágrimas en los ojos, con unos ojos que dan pie de la noche que pasé, que si miran al frente o directamente te dirán que no han dormido en un día, sigo acá, tal vez tratando de afrontar mi realidad, tratando de explicarme por qué pasa esto, tratando de encontrar la manera de  como hacerle saber al mundo y a mi mismo que NO VOY A VOLVER A ESCRIBIR.

jueves, 5 de febrero de 2009

Traición


Llegué mucho mas temprano de lo acostumbrado, la agencia me lo había permitido y ahora estaba frente a la puerta, abrí, entré y olía a otro perfume, era extraño, sentía como si no fuera mi casa, como si estuviera invadiendo el espacio de un extraño. 

Yo sabía que estaba acompañada, o si no lo estaba, ya había cumplido con su cometido, así que me llené de valor, tomé el arma que guardaba en el estudio y me dispuse a enfrentarla a ella y a su maldito compañero de jugarreta, ese al que le hablaba a mis espaldas, ese al que invitaba a mi casa mientras yo trabajaba.

Entré en la habitación, la encontré cubierta con las sábanas, el tronco desnudo, se veía perfecta, sus curvas resaltaban con la tenue luz del sol que se filtraba por la ventana, estaba fumando un cigarrillo, la saludé y asustada volteó a mirarme.

 

-¿Qué haces aquí?- me preguntó alterada.

-¿No puedo? Es mi casa ¿no?- le respondí.

-No me vas a matar,-me dijo asustada mirando mi mano armada- igual sabes que yo lo hice por necesidad, porque me sentía sola, vos estás dedicado totalmente a esa cosa que hacés y me dejaste abandonada, ya el sexo contigo no es igual, siento que ya no me amas, que lo haces más como por hacerme sentir bien, asi que mejor busqué en alguien eso que me hacías sentir, ese vértigo y aunque no es igual a ti, no siento lo mismo que contigo, los orgasmos no son iguales, al menos rompo ese silencio y siento esa sensación de miedo a ser descubierta, esa sensación que en este momento me está tomando el corazón.

-O sea que ¿lo que estás haciendo lo hacés más porque te gusta sentir miedo?- le pregunté.

-No, no es eso, solo que me sentía sola, tu llegabas tarde en la noche, pasadas las once, te ibas antes del amanecer, estabas entregado totalmente a eso, y los días que llegabas temprano, hablabas del trabajo, y poco te importaba lo que pasaba conmigo, entonces encontré a alguien que si me escuchaba y se preocupaba por mi.

-Entiendo, pero esas cosas pueden cambiar.

-Realmente no creo, yo se que no serías capaz de cambiar tu dedicación por mi, porque sabes que me gusta que me dediquen tiempo y exijo demasiado. Y tú estás muy dedicado a lo que haces. E igual con ese hombre, que tu conoces bien, porque te he hablado de él, ya que formó parte de mi pasado, me siento muy bien, me siento acompañada, me siento feliz, él no ha cambiado, me trata igual a como cuando eramos novios, yo soy su prioridad y realmente me ha puesto a pensar mucho.

-Entonces mejor acabamos con eso de una buena vez.

Tomé el arma, la miré a los ojos, apunté y me volé la cabeza de un tiro.

martes, 3 de febrero de 2009

El Color

El día que nació fue un día nublado, que luego desató una tormenta inimaginable, el niño lloraba inconsolable, el doctor miraba incrédulo lo que veía, no podía hacer nada, era algo sobrenatural lo que impedía que calmara el niño. Lo que al doctor mas le impresionó fue la imposibilidad del niño para desempuñar las manos.

Este niño era hijo de El Rencor y La Soledad, tal vez por eso su imposibilidad para abrir las manos, traía consigo tantas cosas que solo le era permitido hacer daño, no podía agarrar nada, no podía hacer nada por si solo, porque sus manos no se abrían, simplemente, no se abrían.

Con el tiempo, su madre le enseñó a vivir con su limitación y él aprendió a hacer muchas cosas sin valerse de sus manos. Igual en ese tiempo en el mundo no había nada, ni animales, ni hombres, ni luz, ni oscuridad, todo se limitaba a vivir en su casa, con su madre y su padre, con su mascota La Rabia y con su Hermana La Intolerancia.

Fue creciendo y nada cambiaba para él, en la escuela se relacionaba poco con sus compañeros; por esas cosas de la vida, empezó a relacionarse con una chica, La Amistad se llamaba, estaba en un grado menos que él, pero eso no importaba, pasaban la mayor parte del tiempo juntos y poco a poco fueron entablando una relación que los llevó a conocerse bastante.

El tiempo fue transcurriendo y su relación con La Amistad iba creciendo. Ya tenía 20 años y empezó a sentir sensaciones demasiado extrañas para él, le comentaba a su madre lo que sentía y ella no entendía lo que le pasaba. Hablaba con otros habitantes de su aldea sobre eso y nadie sabía qué era.

Un día, decidió decirle a La Amistad todo lo que pasaba. La citó bajo el árbol de la vida, llamado así porque era un árbol seco, como todos los del mundo, solo que este era inmenso, ancho en su tronco, y era prácticamente donde según el mito había nacido el primer habitante del mundo.

La Amistad llegó a su encuentro y él sonrió, algo extraño ya que nunca lo había hecho.  La saludó y empezaron su conversación:

-¿Qué necesitabas decirme?- le preguntó La Amistad.

- Quería comentarte que desde hace un tiempo para acá he empezado a experimentar cosas demasiado extrañas en mi cuerpo, siento que cuando te acercas hay mariposas en mi estomago, siento un vacío interior cuando te vas.- Apenas terminó de decir eso, de su boca salieron mariposas azules, que fueron ascendiendo y ascendiendo y empezaron a pintar el cielo de su color, la gente en el pueblo no podía creer que se estuviera pintando, y La Amistad solo miraba maravillada ese espectáculo.

-Y ¿que estás haciendo?-

-Realmente nada, solo digo lo que siento y pienso sobre ti.- Ahí las mariposas fueron amarillas y pusieron el sol en ese cielo pintado que había creado ya.

-Esto es increíble. Pero igual yo no sé qué puedo hacer.-dijo ella.

-Yo no espero que hagas algo, solo quiero que escuches todo lo que tengo para decirte. Una de sus manos empuñadas se abrió y tomó la de ella, no sin antes soltar unas mariposas de todos los tipos de verde, que llenaron el árbol de la vida con su color, las montañas, los suelos, los campos.

-Wow, ¿que más piensas hacer?- le reparó ella.

-No sé, es que simplemente quisiera besarte.- tomó su otra mano; de su mano empuñada al abrirse salieron mariposas de todos los colores, que se convirtieron en flores, pájaros, frutos, animales, mariposas que dejaron asombrados a todos los habitantes de la aldea.

-Es increíble todo esto- volvió a decirle ella.

-Realmente era algo que la naturaleza me tenía preparado, soy el amor, que he pintado el mundo de color, que te hago llenar de fantasía el cuerpo y hago cosas increíbles por ti, soy el amor que te hace sentir cosas que no puedes controlar, soy ese amor que llevas dentro, ese que desde pequeños hemos podido cultivar, ahora solo bésame y seamos uno solo.

 Con un beso sellaron todo, el beso hizo que él sonriera para siempre, el beso hizo que su corazón palpitara rapidamente, el beso los hizo moverse a ambos, quienes salieron a caminar tomados de las manos, acompañados siempre, pintando de colores increíbles el mundo y llenando de sonrisas y colores la vida de los nuevos habitantes de éste.