sábado, 27 de diciembre de 2008

El día que te vea...

El dia que te vea, te besaré, te abrazaré, cogeré tus manos, no te soltaré.

El día que te vea, te contaré que te dibujé, que en el cielo te encontré.

El día que te vea, te diré que un día como hoy, la luna me sirvió de tinta y el cielo de papel para hacer el mas bello retrato tuyo.

El día que te vea, reirás hasta el cansancio, suspirarás con mis abrazos y entre sueños y unos versos, juro darte el corazón.

El día que te vea, no te daré el corazón, pues ya no es mi propiedad, mi corazon te lo he entregado y yo no se donde está.

El dia que te vea, te diré cuanto te pienso, si realmente es necesario, te diré lo que yo siento.

El día que te vea, tal vez muy lejano está, no se si puedo encontrarte y donde pienso no estás.

El día que te vea, quiero que haya conexión, para asi sin pena al oído susurrarte tu canción.

El día que te vea, quiero que sea mañana, para que entre mis dedos, juegue con tu cabellera.

El día que te vea, sonreiré sin parar, porque al fin pude encontrarte, luego de tanto buscar.

El día que te vea, con tus ojos me perderé, viajaré a tu interior y tu corazón veré.

El día que te vea, con tus manos jugaré, te haré feliz por un rato o para siempre tal vez.

El día que te vea, te observaré hasta el final, porque quien sabe hasta cuando, nos podamos reencontrar.

El día que te vea, en mi cuerpo tatuaré, una estrella que te diga, que ahí siempre estaré.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Iba a Paris a olvidarte

El avión estaba retrasado unas cuantas horas, llevaba tres ya sentado en la sala de espera y anhelando el momento en que estaría en el aire, sería mi primera vez fuera del país, sería mi primera vez montado en un aparato de esos, sería la primera vez en primera clase, sería mi primera vez en un intercontinental, sería la primera vez que disfrutaría estos sustos y alegrías en un solo viaje; extraño que sea así, pero lo pude hacer.

Un sueño que mi madre no pudo realizar, yo ahora lo hago por ella, viajo dispuesto a poner a prueba el reto del beso francés, saber si realmente es tan sabroso como lo cuentan las películas. Traigo conmigo una maleta llena de cosas, en mi equipaje de mano vienen conmigo fotos con Uvita, que aspiro tirarlas al Sena, traigo en él también algunas cosas que podrían calmarme en algún trayecto del camino, un ataque de asma, de pánico, nunca se sabe que podría pasar.

Las fotos de Uvita voy a dejarlas allá tan lejos, porque ella al partir para Sarajevo, me dejó en mi ciudad natal, solo, con promesas que tal vez no llegaron, porque juró enviar por mi para que viviéramos juntos e hiciéramos juntos ese futuro que siempre planeamos. Ya van dos años desde el día en que se fue y a veces me envía mails, ese amor que sentía por mi se debió esfumar con las nubes, mientras yo sigo aquí amándola y esperándola. Pero las cosas ya no son tan felices, hoy me dirijo a París, voy dispuesto a olvidarla del todo, a serle infiel hasta el cansancio, cosa que no he hecho en dos años, mientras me mataba la cabeza de amor, de estar pensando en ella. Ahora no confío en ella y lo único que anhelo, es comprobar el mito del beso francés y así mismo, conseguir una persona que pueda borrarla, una que pueda ofrecerme todo lo que busco.

Luego de un viaje de casi 18 horas, me bajo del avión en el aeropuerto de París, la alegría es total, aspiro mandarle todas las fotos que me tome a mamá quien siempre me dijo: “tómese fotos desde que se baje del avión hasta que se vuelva a subir, si es que quiere devolverse”. 

Esperé a hacer los papeles en inmigración, revisaron mis maletas, todo en regla. Ahora voy en búsqueda del hotel, descansar unas cuantas horas y finalmente dedicarme a lo que vine, al turismo, a conocer bastante, para tener qué mostrarle a mamá. 

Al llegar al hotel, estaba deslumbrado, es demasiado espectacular, todo límpido, brillante, el idioma me ha dado duro, pero me he defendido a punta de inglés. En la recepción, había un par de chicas, una me miraba, vamos a ver si las veo en el restaurante, me acerco y les hablo. 

Estuve en mi habitación durmiendo durante unas horas. Me desperté y el cuerpo se sintió relajado. Bajé al restaurante a ver si estaban las chicas de la recepción, pero no las encontré. Entonces comí normal, un crepe que me calmó el hambre. Salí a caminar. Anhelando encontrar alguien que pudiera seducirme, alguien a quien poderle entregar todo eso que traía conmigo. Pero no lo logré, algo en mi mente me dice que no debo olvidar a Uvita, ni odiarla, ni dejar nada de lo que hice con ella, ni arrepentirme, algo me dice que no debo hacerlo. Pero por el contrario algo también me dice que lo haga. Pero al menos por hoy, triunfó el amor, como los últimos dos años, cuando mis amigos me dicen que ella es feliz en Sarajevo y yo guardándole fidelidad en Medellín. Pero a mi el amor me puede, las promesas, los votos, todo eso que hicimos juntos, me pueden mas que cualquier cosa. 

Vuelvo al hotel, un poco tarde, con una botella de vino bajo el brazo. Me siento frente a la ventana y miro a través de ella, la luna llena que empieza aparecer y como hacía en mi casa, trato de dibujar algo en ella, trato de buscar esa inspiración que me ha llevado a anhelar a Uvita durante tanto tiempo. Tiempo de canciones, de sueños, de poemas, de cuentos, de historias, de deseos, de solo pensar que está bien, que esté haciendo lo que esté haciendo, lo está haciendo para un futuro de ambos. Pero vuelve mi mente a decirme que deje de seguir pensando en un “ambos”, pero yo no soy capaz. 

La botella de vino está por terminar, el alcohol que está en mis venas, me hace empezar a alucinar. El teléfono suena y no lo respondo. Ahora Uvita se empieza a dibujar en el cielo. Caigo dormido. 

La luz empieza a filtrarse por la ventana y me despierta. El dolor de cabeza es muy grande, tal vez fue la primera vez en mi vida que me emborraché y perdí la conciencia. Hoy saldré a caminar por París, como si fuera mi ciudad. Caminaré hasta donde se acaben las calles, al menos estoy casi en el centro. Desayuno y me marcho.

Llevo mi morral conmigo, ahí vienen las fotos, compré otra botella de vino, voy caminando y nada me para. Llego al arco del triunfo, unas cincuenta fotos, para que mamá se sienta feliz. Aspiro algún día poder darle esa alegría de venir a visitar esta gran obra de ingeniería.

Llevo casi tres horas y media caminando. Me siento en un parque, no se cual será. Se que está cerca al Parc des Princes, pero igual, no hace parte de ese complejo deportivo. Se ve a lo lejos el imponente estadio. Saco mi libreta y empiezo a escribir sin pensar y nuevamente, aparece ella como siempre en mi libreta. El escrito empieza con su nombre, empiezo a escribirle una carta, que como costumbre no seré capaz de enviarle, porque no tengo su dirección en Sarajevo. Pero, vine fue a olvidarme de ella, no a escribirle y meterla más dentro de mi.

Miro al frente como las palomas van buscando maíz. Alguien les está echando un poco y ellas van en su búsqueda. Una mujer se me sienta al lado en la banca. Yo como acostumbro no la miro, estoy escribiendo. Esa persona extrañada se queda fijamente mirando mi hoja, yo siento como la mira, de repente me pregunta.

-¿Qué escribes?-

-Una Carta- le respondo.

-¿y aspiras entregarla?-

-no se, pero, ¿por qué hablas español?- le pregunté.

-Porque llevo dos días buscándote- me respondió

Levanto mi mirada y la veo ahí, Uvita, con su clara cabellera. Su cuerpo esbelto, su sonrisa tan gigante como siempre. Sus ojos claros que me miran fijamente. Nos fundimos en un largo abrazo y un beso hace que París cambie totalmente para mi.

Ahora he logrado desmentir que es mejor el Beso Francés que cualquier otro, realmente mejor que cualquier otro beso es el de la persona que realmente amas.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Ipod dreams

La música entra por mis oídos a todo volumen, la prisa acompaña mi caminar, me dirijo a comprar un implemento de trabajo, prácticamente sin eso no puedo tocar mi instrumento predilecto. Suena una de mis bandas favoritas, le subo volumen para que mi cuerpo recupere la alegría que perdió al incumplir una cita. “…por qué canto todo el tiempo, será porque estoy contento…” reza la canción, reza Evaristo, el camino se hace extenso, no me fijo en lo que me rodea, hasta que algo interrumpe mi concentración, saco los audífonos de mis oídos y vuelvo mi mirada hacia atrás, alguien grita mi nombre, al verla me sonríe, su mano derecha se extiende en tono de saludo.

Me devuelvo con una sonrisa en la cara, ella sigue sonriente también, su brazo se extiende, toma mi mano que también se extendió, un beso, un abrazo caluroso, extenso y que movió prácticamente todo dentro de mi. Me invitó a seguir, me hizo un pequeño reclamo y conversamos un rato. El reproductor seguía sonando, con su reproducción aleatoria iba diciendo cosas como para el momento, pero como siempre que me veo con ella, no era el momento adecuado para hablar al respecto. “Me enamoré de ti y que… me enloqueció tu piel y que…” decía al fondo Pepe “El hermoso”, y yo como con ganas de decírselo a mil voces.

El teléfono interrumpe la conversación y va a atenderlo. Yo miro como su cuerpo se aleja, su cabello hace que mi mirada se pierda en él, la camiseta que llevaba puesta, le quedaba sumamente hermosa, estaba demasiado linda, no sabía que decirle, el sudor empezó a correr por mi cuerpo, no se, me sentía nervioso, con ganas de besarla, su nuevo look quedó espectacular y yo como un loco, tenía miedo siquiera de acercarme, qué pensará.

Un poco de todo tuvo esa conversación, espero que las camisetas que sacaste para mi, donde me veias metido, las guardes, esta semana voy por ellas, el reproductor volvió a matar mi cabeza con un “Esta manera de pensarte, es increible… mi sonrisa escribe que me gustas, en mis ojos dejo clara la alegría de verte cada vez…” que Alejandro Arango dejaba correr nuevamente por mi reproductor.

Ahora tengo que partir, dejarte ahí, me cuentas del concierto que vas a ver esa noche, yo tengo otros compromisos, a los cuales podría llevarte, pero el trabajo no te deja ir, en otra oportunidad será.

Salgo de la tienda, el Ipod vuelve a sonar, después de haber escuchado una canción pesada, que poco dice, viene a mis oídos la melodía que dice “…Un caramelo blanco de limón…” esto ya es el punto final que pongo a la visita que te realicé de una manera desapercibida. Pero realmente no le pone punto final a mis pensamientos en todo el día, solo tu estabas en mi cabeza, no se, estas tan metida dentro de mi, que mi corazón palpita cada que me acerco, el cuerpo se estremece cada que te ve, la sonrisa que mis labios dibuja dicen que me gusta verte, que me gustas tanto que ya no puedo disimularlo, ya no se como decir las cosas, pero la cosa es que quiero repetir esta sensación para siempre, quiero no despertar, pero carajo, tiene que pasar, el reloj está sonando ya, yo quiero seguir soñando, yo quiero seguirte teniendo, no, no, que pasa, ¿por qué?. 

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Entre teclas y miradas.


Como siempre llegué a las 3:45, parqueé frente a su casa, ya que el garaje es solo para los que viven en ella, esperé a que bajara Andres; era alumno mío desde hace ya dos años, una clase de piano que llevaba dictando con constancia y dedicación, el chico ya estaba muy bien, ya tocaba a Chopin como si el ruso ese fuera un principiante.

Ese día fueron las 4 y Andrés no apareció, justo cuando iba a irme, bajó por la escalera su hermana, a quien yo había visto, me había parecido atractiva, pero nunca había pensado en acercármele, por el simple hecho de no relacionarme con nadie cercano a mis alumnos. Ella me sonrió y poco a poco se fue acercando, me paré de donde esperaba sentado y le extendí mi mano en un tono cortés, ella la tomó y me besó en la mejilla. Me dijo que realmente hoy Andrés no estaba en casa, que era ella la única que se encontraba y que había aprovechado la salida de vacaciones de sus padres para poder hablar conmigo.

-Me llamo Dalia, soy la hermana de Andrés-

-Ya lo sé- le contesté.

-¿que edad tienes?- me preguntó.

-24- le dije – ¿y tu?- le devolví la pregunta.

-tengo 22- respondió con una sonrisa.

-También soy amante del piano pero no como mi hermano, estudio ingeniería sanitaria en la Universidad Departamental, voy en 7 semestre, ¿tu estudias música?, ¿tienes pareja?-

Estas preguntas me parecieron que la chica quería algo, no estudio música, soy arquitecto y no tengo pareja. ¿Por qué?

-No por nada- respondió.

La chica estaba demasiado atractiva ese día, realmente me gustaba de antes, siempre la veía llegar, pero nunca pensé que una chica de tan buena familia se fijara en mi, hablamos unas cuatro horas y mi cuerpo empezó a sentirse cada vez mas tranquilo junto a ella. La invité a un concierto que iba a dar con mi banda de punk en dos semanas y ella me dijo que siempre le había gustado esa música, que sin ningun problema iría.

El día del concierto ella llegó al sitio antes que nosotros, cuando me vio se me acercó y me besó entre la mejilla y los labios, de esos besos que lo ponen a pensar a uno, me miró con mi vestimenta más fresca, no tan profesor de piano clásico, como me presentaba para dar las clases ante todos mis alumnos de ese amigo con teclas.

El concierto empezó, como era costumbre me puse una camisilla que dejaba ver el arte que adornaba mi pecho y entre ella y yo hubo una conexión de miradas que iban dejando ver el deseo que nos consumía por dentro, yo le decía entre labios que le dedicaba las canciones, con miradas a los ojos le decía que la quería y que le agradecía que hubiera ido a acompañarme mientras tocaba.

Cuando el concierto terminó, ella se me acercó y asombrada me preguntó por mis tatuajes. Le dije mi afición por ellos y el significado que tenían los que había en mi cuerpo. Sin pensarlo me acerqué a ella y la besé, fue un beso electrizante, me movió todo, tal vez lo había esperado mucho, tal vez fue muy rapido, pero lo hice, porque las ganas consumían mi cuerpo, porque mi cuerpo solo quería seguir compartiendo con ella.

La llevé a su casa, la dejé en la puerta y por la ventana se asomó su papá, me miró fijamente y me sonrió, tal vez maliciosamente o tal vez con odio, pero me sonrió.

Al miércoles siguiente, cuando llegué a casa de ella, no bajó ni Dalia, ni Andrés, fue su padre el que se sentó a hablar conmigo. Me preguntó desde el día y el lugar donde nací, hasta la marca del cepillo de dientes que uso, me preguntó por la afición que había tenido su hija por las estrellas desde el día que la llevé a su casa, me preguntó por mis intenciones con su hija.

Yo, asustado, ya que un cuestionario asi no me lo hizo cuando empecé a darle las clases a Andrés, le respondí de a poco, lo de las estrellas me tocó explicárselo gráficamente con mi cuerpo, el señor un poco asustado me miró el pecho y me pidió que le explicara el por qué de mis tatuajes; ahí iba nuevamente mi cátedra sobre el significado que tenían para mi. La conversación finalizó cuando le dije mis intenciones y él las aceptó.

Le di la clase normalmente a Andrés, él estaba muy entusiasmado ya que dijo que ahora que estaba saliendo con Dalia, me vería mas seguido y le podría solucionar dudas que se le presentaban en el transcurso de la semana. Al rato Dalia bajó, me saludó con un beso en la boca y cuando me abrazó, me dijo al oído que la sacara de allá.

Nos subimos en mi carro y empezamos a descender por las lomas que quedan cerca de su casa. Nos detuvimos en un mall, comimos y subimos a un mirador, allá nos sentamos a mirar la ciudad, yo empecé a tararearle la letra de una canción y luego la besé. Ella sonreía alegre y agradecida. Luego de un rato la llevé a su casa, ya iba a ser media noche, la dejé en la puerta y nuevamente su padre dejó ver su silueta en una de las ventanas de la casa.

Vi a Dalia durante la semana otras tres veces. Ya estaba demasiado enamorado, no se, sentía como si fuera el destino el que quisiera que estuvieramos juntos, siempre teníamos una sonrisa, pocos planes, solo nos veíamos y ya, la llama ardía al rojo vivo, miles de besos, miles de risas, miles de abrazos, cogidas de mano y ya, no quería ir muy rapido con ella, pero quería que fuera mía, quería estar con ella para siempre.

Al miércoles siguiente, cuando llegué a la casa, Andrés me estaba esperando, empezamos la clase, él no decía nada, hablaba simplemente lo de la clase, no como había pasado antes que estaba todo interesado por saber como se dio lo de la relación de su hermana conmigo, yo imaginé lo peor.

Cuando terminé la clase, esperé a que Dalia bajara, pero no ocurrió, esperé quince minutos, hasta que la empleada me entregó una carta que me había dejado, la leí, salí de la casa corriendo, me subí en el auto, salí a recorrer la ciudad y llegué al mirador donde nos habíamos encontrado. Allí, estaba ella sentada, con una maleta y una sonrisa. Se me lanzó a los brazos y cuando la solté, sacó del bolsillo, un papel con el diseño del tatuaje que quería hacerse conmigo como símbolo de nuestra unión. Yo acepté y nos fuimos para mi apartamento.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Anoche la vi

-Chicos aqui les presento a mi Uvita.-

Anoche la vi, carajo, estaba hermosísima, no se, al principio estaba cohibido, no sabía que hacer, ni que decir, hasta el momento en que me senté a su lado, hablamos, estuvimos juntos el resto de la noche. Entre abrazos, palabras, risas y tomadas de mano o caricias inesperadas, poco planeadas y que ojala pasaran desapercibidas. 

La  miraba a los ojos, nuevamente su sonrisa, brillante, blanca, grande como siempre, otro flechazo al corazón, un anhelo, querer y poder estar a solas con ella, cosa que no se pudo hacer, habían cosas que quería decirle, contarle todo lo que había pasado desde el ultimo día que hablamos. Una sonrisa tras otra, se fue consumiendo la noche, el sueño empezó a atacarla y yo estuve ahí, a su lado para prestarle el hombro, para que durmiera un poco o al menos para que relajara sus ojos. Un abrazo, ella se recostó en mi pecho, su cabello tocaba mi cara, olía demasiado rico. Abracé ese cuerpo que descansaba sobre el mío, le hablé al oído, ella con su sonrisa, una voz suave respondía, le hablé de la ultima canción que le escribí y con una sonrisa en su boca, una voz suave y mimada me dijo que la quería ver, quedamos entonces en que se la debía mostrar. La noche se consumió, llegó la madrugada, partimos juntos en el mismo transporte, ella seguía bella, con sueño, sus ojos adormecidos, los míos un poco en mejor estado, tal vez quería un abrazo, un hombro donde descansar durante el viaje, pero realmente no pudimos hacerlo. Entonces opté por un mensaje, ya que hablar respecto al tema tampoco era como muy apropiado en ese momento, ya que el viaje lo hacía alguien mas con nosotros, el mensaje no se si fue entregado, pero lo escribí desde el corazón, poniéndole un verso de esa ultima canción que le escribí y diciéndole un par de cosas mas, corto el mensaje, pero tal vez muy sustancioso. 

Ella bajó del carro, se paró en frente mientras podía cruzar la calle, yo la miraba con tal fascinación que no era yo mismo, era un yo disfrutando de su presencia, era un yo con ganas de escribirla, de dibujarla a través de mis letras, un yo que mientras la miraba iba pensando en las letras de un próximo mensaje, de un verso que algún día será canción, un yo con ganas de mirarla a los ojos, tomarla de las manos y decirle todo, un yo que estaba pensando en esa canción que le escribí al principio y queriendo hacer eso que dice en uno de sus versos: “te taparé los ojos al saludarte, preguntaré a tu oído quien diablos puedo ser, te besaré largo y suave los labios, te abrazaré muy fuerte y nunca te dejaré”.

Su sonrisa siguió alegrando el viaje, ya la tenía dibujada en mi cabeza, llegué a casa, a dormir, a soñarla. Mis sueños atrevidos, la besaron hasta el cansancio, la abrazaron hasta el cansancio, pero como no me cansaría de eso, como no me cansaría de su presencia, tal vez fueron besos y abrazos eternos, dedicados solo a ella, sabes algo Uvita, ¿cuando nos volvemos a ver que quiero volver a tenerte en mis brazos, quiero decirte todo esto, mostrarte las canciones, sonreír y soñarte nuevamente?

sábado, 6 de diciembre de 2008

Excitación

Andrea y yo llevábamos varios meses saliendo. Eran encuentros diarios, espontáneos, muy tranquilos; esa confianza que teníamos después de tantos años de amistad hacía que nos entendiéramos muy bien y que casi todos esos encuentros terminaran saciando esos deseos sexuales que teníamos el uno hacia el otro.

Ese día que nos encontramos todo estaba muy bien planeado, iríamos a comer y luego nos iríamos para mi casa a terminar como era costumbre, con una botella de vino, un poco de música y un poco de sexo.

Entre vino y vino, nuestra ropa iba cada vez disminuyendo, ella me quietaba algo y luego yo hacía lo propio. En un momento de excitación, luego de un extenso beso que hizo que a ambos se nos erizara la piel, ella me dijo que quería intentar algo nuevo, que quería que yo tuviera el control y que la atara a la cama; un poco extrañado por su propuesta y luego de conversar con ella y que me dijera cómo lo había soñado, procedí a hacerlo. 

La até a la cama con unas corbatas. Allí estaba, entregándose a mi, con su sexo al borde del éxtasis y yo con la misma sensación, la miraba fijamente; cogí una rosa y cuando iba a comenzar a tocarla con los pétalos, ella me detuvo y me pidió que también le vendara los ojos, como ya había accedido al principio y se trataba de hacerle realidad su fantasía, también le vendé los ojos.

Ahora si, me dijo; tomé la rosa y empecé a recorrer su cuerpo con ella. Andrea empezó a gemir y yo vi que era el momento de seguir con el resto.

La penetré por primera vez y empezó a gritar de dolor, lo hice suavemente, con mucho amor, luego con mayor intensidad, ella gritaba, su cuerpo iba cada vez quedando mas débil y a mi disposición, su piel estaba sudada y suave, ya exhausto, luego de casi una hora de estar haciéndolo, solté el cuchillo, lo puse sobre la mesa de noche y me acosté a su lado.

lunes, 1 de diciembre de 2008

La Eterna Pesadilla

Despertó alterada, las lágrimas en sus ojos dibujaban una pesadilla en su rostro, su cara sonrojada, su cuerpo desnudo, el pecho oprimido, la respiración acelerada; se levanta de la cama en busca de un poco de agua, en la cocina mientras sirve un vaso piensa en esa pesadilla, recuerdos de su padre y su madre juntos, tirados en el suelo de la habitación de ambos en su apartamento, derramando sangre, la mirada perdida, un par de disparos en la frente de cada uno y ella sin llorar, los mira, busca el asesino, el arma, piensa en un posible suicidio de ambos pero realmente no puede ser real, no hay arma, hay indicios de forcejeo, eso del suicidio son simples visiones de ella.

Hoy nuevamente la pesadilla volvió y la atacó como es costumbre al menos una vez al mes lo que hace que sus padres murieron, ella aun no comprende que es lo que le causa esta pesadilla, ya el caso fue cerrado, el victimario como es costumbre en este país está tranquilo en su casa; ella cree que es una persona que vive en el edificio que habitaban sus padres, ya que el portero no dejó entrar a nadie, entonces está ahí la inquietud.

Piso 11.

Luego de tomar el agua se dirige a su habitación nuevamente, mira por el ventanal, hermosa se ve la ciudad, se sigue preguntando por su pesadilla, pero también vuelve a recordar esa decepción que le causó su última relación amorosa, ese hombre con el que había estado durante cinco años, se había marchado con otra mujer.

Había llegado un día del laboratorio y cuando fue a ver, la ropa de él ya no se encontraba en el closet; con odio tomó la carta que encontró en el nochero, la leyó, lloró como nunca, casi dejó salir su alma en cada suspiro, en cada sollozo.

Tiene 24 años, es una microbióloga reconocida en el medio por sus descubrimientos que han influido mucho en la ciencia del país. Tiene un apartamento en un sitio prestigioso de la ciudad, en el último piso. Con la mejor visión, dos balcones y un ventanal hermoso, imponente, gigante, por el cual se asoma en este momento, mientras recuerda su decepción y su dolor.

Vuelve a la cama, se acuesta, mira el celular que descansa en el nochero, la hora que marca refleja que no ha dormido sino 2 horas desde que se acostó.

3:43 a.m.

Vuelve a despertar alterada, con lágrimas en sus ojos, la cara sonrojada, vuelve y se levanta a la cocina, busca en la nevera algo helado para tomar, una bebida gaseosa empieza a descender por su garganta, se refresca, se relaja, mira hacia su habitación nuevamente, no quiere entrar otra vez ahí, volvió a soñar lo mismo, volvió a recordar lo mismo y eso no le agrada, ahora recuerda lo difícil que fue su camino para llegar a ser quien hoy es, a ganarse el puesto que hoy tiene, realmente no se siente bien.

Entra en la habitación, se sienta en la cama, se cubre con la sabana blanca que le sirve de cobija y se pone a mirar la ciudad por ese imponente ventanal.

4:15 a.m

Se pone una blusa, una tanga y se para, sale corriendo, salta y el ventanal se rompe al entrar en contacto con su suave y delicado cuerpo.