martes, 21 de octubre de 2008

Juego de niños.

Lloraba y lloraba inconsolable, sin saber qué decirle le presté mi hombro para que siguiera con su incansable producción de lágrimas, la sangre que había en su rodilla la hizo asustarse demasiado.

Iba corriendo, disfrutando de un juego que había inventado para que ambos estuviéramos juntos e integrados. Yo la perseguía por el patio sin temor a nada, un patio inmenso, un patio hermoso, reíamos y gritábamos demasiado, ella con su hermosa carcajada, sus ojos siempre pendientes de mi agilidad, de mis movimientos, yo pendiente de que no fuera a lastimarla.

La alcancé y ahora se invertían los papeles, era ella quien venía tras de mi.

Yo había olvidado mi cansancio, haberla visto a ella, que fue hasta el auto y me recibió con una hermosa y grande sonrisa en su rostro, me hizo olvidar todo el cansancio y el tedio que había vivido en la oficina. Me bajó el maletín, lo entró a la casa y seguía sonriendo. Comí y ella estaba ahí observándome con sus ojos color café y su cabellera negra, su tez trigueña adornaba con su presencia la mesa del comedor, mientras yo contaba como había sido mi día, ella jugaba con una fruta que estaba en el frutero.

Terminé mi comida y ella no esperó a que llevara los platos sino que los levantó y casi corriendo, poniendo en riesgo el poder quebrar la vajilla y el poder de pronto cortarse con los residuos de ese accidente los llevó a la cocina. Cuando iba saliendo de la cocina ella ya venía carcajeándose, eso me dijo que lo que quería era que jugáramos un rato antes de irnos a descansar y a dormir.

Estaba ahí persiguiéndome sin medir su velocidad, sin fijarse en donde pisaba, solo mirando hacia donde estaba yo para no perderme de vista, yo medía mi velocidad para que el juego tuviera emoción. De repente ella tropezó con algo, cayó muy fuerte contra el suelo y raspó su rodilla, empezó a salir sangre y empezó a llorar.

Uvita se alteró, yo también, ahí mismo salí a agarrarla, la cargué en mis brazos mientras ella seguía llorando en mi hombro. Uvita le hacía la curación mientras ella lloraba por el ardor que le producía, luego de hacérsela le dimos un dulce y ya se calmó.

Así terminó nuestro juego, nuestra alegría y diversión y nos tocó irnos a descansar, a dormir. Pero eso si, sería solo por ese día, porque al siguiente ya estaría dispuesta a seguir corriendo sin importarle lo que había pasado el día anterior.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No se de donde salio eso..
muy buena la historia y deberia seguir...
Suerte!

Anónimo dijo...

Una sola palabra: EXCELENTE!
(jajaja me sentí toda profesora de primaria!..te mereces un sellito de carita feliz en el cuaderno :p)

Anónimo dijo...

Juanse como todos, me gusta demasiado,e s super bonito y mas que este no es tran tragico como todos los demas jejeje, super bacano te felcitio como siempre

Lauri dijo...

Oiste..Está teso.. Un poquito raro, pero igual está bacano.. Tenes demasiados admiradores en el blog... Te felicito