lunes, 15 de junio de 2009

Historia de amores y cuchillas

*Dedicado a Susie

Cuando cumplí cinco años, papá me dio la lección que había esperado. Él era barbero y siempre había dicho que yo iba a seguir con su profesión, ése día sacó de un bolso sus cuchillas, sus primeras cuchillas, eran de un color extraño, él dijo que estaban oxidadas, que siempre habían estado oxidadas, pero que eso no impedía que fueran las mejores cuchillas que había tenido en su vida, las puso sobre un paño, luego sacó una especie de tela del mismo bolso y lo colgó de uno de los pasadores del pantalón, haló desde el extremo que quedaba colgando y cogió con la otra mano una cuchilla, empezó a balancearla de un lado a otro sobre la “tela”, que luego yo entendería que era un afilador, así es como se le saca filo a las cuchillas, dijo.

Esa fue mi primera lección, con el tiempo vinieron otras, cómo hacer el mejor corte a ras de todo el pueblo, como hacer distintas figuras valiéndome solo de esas cuchillas y sin el uso de las maquinas eléctricas modernas. Papá tuvo que dejar de hacerlo y dejó el local sin tocarlo.

A la edad de 16 años yo ya era una joven estudiosa y con un gran dominio de las cuchillas, había aprendido a controlarlas casi como un acróbata, me gustaba sentir el grabado de ellas en mis dedos y deslizarlas por el ras del mentón de papá, al único ser que había afeitado; luego de pensar mucho y ver mi progreso, papá me propuso que tomara su puesto, yo accedí sin pensarlo.

El día era gris, entré al local, vi las sillas, el espejo, el tocador, todo estaba puesto a la perfección, tal y como papá lo había dejado, un poco de polvo y unas tantas telarañas, pero todo estaba bien. Me decidí a limpiarlo todo ese día y abrir al otro. Mi novio me ayudó a poner todo a la perfección, mientras yo limpiaba, él pintaba. La barbería tendría una extensión de servicio conmigo y era corte femenino también, porque además de las cuchillas, papá me vio cierta facilidad para manejar las tijeras y también me enseñó a trabajar con ellas.

Al otro día de todo lo que habíamos preparado, abrí el local y no tuve que esperar mucho para tener mi primer cliente, papá había ganado un nombre y era el mejor barbero del condado, así que muchas personas venían desde otros pueblos a que él los afeitara, mi primer cliente era nada más y nada menos que el jefe de la policía del pueblo, lo atendí muy bien, le unté la crema de afeitar desde el cuello hasta la parte debajo de la nariz, mis manos temblaban, una gota de sudor hizo un extenso recorrido desde la parte de atrás de mi cuello, se metió por entre mi camisa, bajó por la espalda, llegó y terminó su recorrido en el borde del pantalón, tomé la cuchilla y la pasé con la misma velocidad que papá me había enseñado, en menos de lo que pensé había terminado con mi primer cliente que no fuera papá, el hombre quedó contentísimo. Sonrió, yo miré hacia atrás a la sala de espera y estaba llena, cerca de quince personas esperaban ser atendidos.

Iba trabajando de a poco, ganando nombre tanto entre hombres como entre mujeres, el negocio crecía y cada vez venía gente de más lejos a que yo les afeitara, les hiciera un corte o solo a saludarme, a preguntarme por papá o a tomar un café.

Un día de octubre, lo recuerdo muy bien, abrí normal, a los dos minutos entró ella, ¿su nombre?, Luna, si, tan perra como la luna que sale en las noches y deja que todos se conviertan en sus dueños con unas simples palabras, tan perra como la luna que solo deja de prostituirse cuando tiene el periodo, ese que nos llega cada 20 días y ella lo llama luna nueva. Entró, me saludó, mi novio, me había hablado de ella, de su pasado con ella, que no fue nada más que un beso, pero para ella fue un noviazgo entero, sonreí al verla, sonrisa hipócrita, pero sonrisa, a todos hay que atenderlos de la mejor manera, siempre me dijo papá.

Se sentó en la silla roja, la amoblada de mejor manera, hazme un corte picado, que se me vea la espalda y que haga combinación con mi escote, dijo. Yo accedí. Empecé con mi labor y ella empezó a hablarme de Santi, que aun la buscaba, que le pedía que se acostaran y hasta más, yo no toleraba, porque sabía cómo era ella, como siempre buscaba acabar relaciones solo para pasar noches de erotismo con otros, yo no le creía, porque Santi pasaba todo el día conmigo en el local, había montado su estudio musical al lado de mi negocio y así nos veíamos todo el día cuando uno de los dos tenía un momento de descanso.

La maldita seguía hablando de eso, de su pasado, de todo lo que había sido Santi en el pasado, él pasó, ella lo saludó con un abrazo y casi se lo come con un beso que le dio en la mejilla, mas rabia me dio, porque interrumpió mi trabajo, le pedí a Santi que se fuera y cerrara bien la puerta, él lo hizo, ella volvió a sentarse y siguió hablando. ¿Viste como me miró?, me preguntó, Yo creo que aún le gusto, dijo. El odio que sentí ahí fue mucho más que antes, la miré por el espejo, le sonreí nuevamente, ¿cómo puede alguien ser tan cínico y tan iluso?, le dije que iría al baño que me esperara, le entregué una revista donde daban noticias sobre los famosos, sabía que ella era así de plástica que le importaba la vida de otros y no la suya, aunque ella era más famosa que los que salían en la revista por sus actitudes y shows sexuales con los hombres del pueblo, había pasado por casi todos.

Entré al baño, saqué del bolsillo del delantal la cuchilla más pequeña, el afilador lo estiré con la mano izquierda y con la derecha empecé a afilar, eso me calmaba siempre que tenía rabia. Volví a salir del baño.

Volví y me puse tras ella, le sonreí, ella me sonrió, Santi acabó de pararse en la ventana a verme, me miraba, no sabes como me miraba, dijo, me dio ira, ira mala, cogí la tijera, iba a seguir con mi trabajo, no sabes las ganas que tengo de besarlo, volvió a decir, algo pasó por mi cabeza, saqué la cuchilla pequeña que había afilado en el baño, la pasé por su cuello, la sangre manchó el espejo, sonreí, descansé, limpié el local y luego seguí trabajando.

11 comentarios:

♥Adictalcafeh♥ dijo...

Yo también he sentido cómo la ira se apodera de mí... Afortunadamente no he tenido cuchillas cerca para hacerle daño a nadie.

Lauri dijo...

Sweeeeeeneeeeeeeeeeeeeeeey!!!!

amarilla dijo...

jejeje me recuerda sweeney tod muy bueno

silvia zappia dijo...

Ayyyyyyyyyyyyy!!!!!!!!!! El final era presentido...pero que tensión lograste hasta llegar a él!

Sweenwy + la joven manos de tijera!(estás para Tim Burton,amigo!)


Mil besos!

susie dijo...

JUANSEEEEE que cuento de locoss :), lo mejorrr... ademas gracias por todos los concejos ;) jajajaja y por la dedicatoria ademas :) :p

Edito-e dijo...

ahhhhhhhhhhhh! que bueno, que viva la ira juanse!!! que viva...yo por desgracia la tengo bastante apegada a mi vida, ainsss..creo que necesito dormir más :)

Me ha gustado mucho ese final Tarantino style

Juana Macías Moreno dijo...

Los celos son muy malos. Me encantó la historia, has hecho una narración muy buena. Tienes un lado terrible, jajaja.

Un gran beso amigo.

Eduardo Galleguillos Castro dijo...

A PESAR DE QUE NO VISITO CONSTANTEMENTE MI BLOG, CADA VEZ QUE LO HAGO ES MUY AGRADABLE VISITARLOS A USTEDES Y ENCONTRARME CON "ESCRITOS", EXPLOSIONES DE LETRAS QUE CONJUNTAMENTE HACEN UNA SINFONIA.

TE SEGUIRE CONSTANTEMENTE, CADA VEZ QUE REVISE MI BLOG, CUIDATE.

Adrianina dijo...

Excelente como llevaste el relato hasta el final, y como se entremetiò el tema de los celos. ¡Siempre hay que contar hasta diez! jaja.

Besitos, siempre es lindo leerte.

Ricardo Rivera Vasallo dijo...

Genial!

Sentí yo la sensación de abrir cada capa de su cuello. Sentí la sangre desplegar por el espejo, y luego seguir trabajando.
Genial tu narración Juanse. Genial.

Saludos desde lejos.
Buendía.

Laurita!!! dijo...

uuuiiicchhh!!!... Un poquito sadico nada mas!!!...jejeje... XD