miércoles, 2 de diciembre de 2009

Alborada

Nota: El treinta de noviembre como es tradición ya, se celebra la Alborada, esa “fiesta” de bienvenida a diciembre que se hace a las doce de la noche y que consiste en llenar de luces el cielo de la ciudad dando a conocer tal vez la alegría del llamado mes más alegre del año.


Maria Paula estaba sentada afuera de su casa, ubicada en la zona más humilde de la ciudad de Primavera.

Su casa era de madera, tablas pegadas una sobre otra con clavos, cimentada en unos palos un poco gruesos que iban clavados en el suelo y que daban cierto grado de seguridad, el techo era una mezcla entre láminas de metal y telas largas de plástico que impiden la filtración del agua cuando llueve, allí vive con su padre, su madre, su abuelo y sus cuatro hermanos menores.

Maria Paula hasta hoy contaba con ocho años de edad, era una niña alegre, limpia y educada pese al lugar qué habitaba en la ciudad, caracterizada ésta por el analfabetismo de la gente de sus zonas marginales.

Eran las once de la noche y pese a que el resto de su familia estaba dormida, ella seguía sentada en la puerta, esperando que la alborada comenzara, la acompañaban su muñeca de cabello rubio y vestido azul y unas chanclas rosa que descansaban en el suelo, porque Maria Paula, cuando mamá se dormía, se las quitaba para deambular por ahí y sentir el frío del barro amarillo bajo sus pies, cosa que le causaba esa risa tierna y característica de una niña de su edad.

Las doce llegó, Maria Paula se sentó apenas escuchó la primera explosión y empezó a ver como las luces empezaban a inundar el cielo de su ciudad, explotaban sobre su cabeza y ella sonreía, le gustaba tanto la subida como la caída de esas luces que luego de explotar en miles de colores caían como brasas anaranjadas y se posaban alrededor y tras el cuerpo estupefacto de ella.

Iban pasando poco a poco los primeros minutos del primer día de diciembre, Maria Paula seguía sonriendo contenta, cuando un grito le interrumpió su alegría, tras ella, su casa se incendiaba y con ella su familia, las brasas anaranjadas que caían del cielo y que le generaban tanta alegría, le estaban generando la mayor tristeza de su vida, esa noche, Maria Paula, luego de sonreír durante diez minutos, lloró el resto de su vida.

5 comentarios:

adffggg dijo...

hola!
oye excelente cuento, me gusta tratas de dar un mensaje muy claro contado en una historia tan bonita como la que creaste,sigue asi que cada dia vas mejorando y publicas muchos y mejores cuentos.

Ana!

Mercedes Pajarón dijo...

...Qué bien plasmaste cuando la luz es tétrica y funesta...

Que escribes excelentemente bien ya lo sabía, pero lo que cada vez me sorprende más es tu tremenda originalidad. ¡Bravo!

Un gran abrazo!!!!

silvia zappia dijo...

alegría que termina en tristeza,ilusión que termina en horror.


excelente,Juanse,cada vez mejor!

Mil besos*

Alleda Vodienova dijo...

(:

Víctor dijo...

Juanse...que triste hermano, pero real, desafortunadamente hay muchas "Maria Paulas" que les toca este pedacito de historia que parece hacerse parte de nuestra idiosincracia...la tragedia se está apoderando incluso hasta de nuestra cultura...