Eran las once de la noche, terminé de bajar las escaleras del metro, miré hacia la plataforma y estaba vacía, solo una chica esperaba conmigo.
Cabello oscuro que caía hasta los hombros, piel canela, ojos claros, tanto como la miel, su cuerpo esbelto, senos medianos y redondos, caderas anchas, su ropa no me gustó pero la hacía ver atractiva, su combinación generaba impacto, pero porque el verde de su blusa y el rojo de su buso no siempre se ven bien juntos.
Yo seguí caminando hacia el final de la plataforma, ella me siguió con la mirada, el reloj marcaba las once y tres minutos, llovía a cántaros, me detuve, ella me miró fijamente y disimuladamente se me acercó.
-¿Aún pasan metros?- preguntó.
-Si, creo que aun faltan dos- dije.
Ella me sonrió y yo le devolví la cortesía con una también.
Llegó el metro, subimos en el mismo vagón, estaba vacío, yo me quedé parado y ella se paró a mi lado, saqué el libro y empecé a leer.
-¿Qué lees?- preguntó.
-Un libro sobre espionaje- respondí.
-¿y por qué la pasta es una entrepierna de una mujer?
-No sé, también narran escenas de sexo, en lo que se basa el libro es espionaje utilizando involucrarse con el espiado.
-¡Qué bueno!
Yo sonreí, ella también, se abalanzó sobre mí e intentó besarme.
-¿Hasta que estación vas?- preguntó
-Hasta la última- le dije.
-¡Qué bien!, yo también, o sea que aún tenemos tiempo.
-¿Tiempo? ¿Para qué?
-Pues no se, di tu, haz lo que quieras, yo te cumplo cualquier fantasía.
-¿Segura?- la miré, ya mi mente se había empezado a enturbiar.
-Totalmente.
La tomé de las manos, me fijé quien nos acompañaba y al fondo solamente estaba un borracho dormido, medí el tiempo y aún me faltaban doce estaciones para llegar.
-No puedes decir nada porque nos pueden descubrir.
-Está bien, no pierdas más tiempo.
Sus manos me abrazaron, su boca buscó la mía, me llegaba al pecho, entonces tenía que esforzarse un poco para llegar a ella, no la dejé besarme, le quité los audifonos y el buso, subí sus manos al tubo y la amarré de las muñecas ahí con ellos,
-Oh, te gusta dominar, sigue- decía excitada- desnudame.
Cogí mi lapicero y empecé a chuzarla poco a poco.
Ella seguía disfrutándolo. Volví a poner la mano en el bolso y encontré mi bisturí.
-Cierra los ojos- le dije.
Ella los cerró.
Empecé a recorrerla con el bisturí, ella se erizó con el frío de la cuchilla. Abrió los ojos y se los tapé nuevamente. Empecé a rasgar de a poco la piel de sus brazos con cortes suaves, ella se asustó y abrió los ojos.
-¿Qué me haces?- dijo.
-Tranquila, yo se lo que hago, además me dijiste que podía hacerte lo que quisiera.- respondí ofuscado.
-Pero me haces daño.
-Es cierto y aun falta- le dije sonriendo.
-No- gritó.
El borracho abrió los ojos, miró la estación en la que ibamos y se bajó.
Rasgué y rasgué su piel de los brazos, los cuales sangraban mucho, pues repetía cortes uno encima de otro, ella seguía desesperada.
-Soltame- gritó.
Subí la hoja del bisturí y le empecé a rasgar el cuello.
-No me vas a tocar la cara- gritó
-Relajate.
Mi mano no se detenía, subía el bisturí del cuello hasta la frente, se detuvo en el parpado y empezó a rasgarlo, tres cortes y ya era profunda la herida, ella gritaba aun más. Faltaban dos estaciones, el tiempo se me acababa.
-Te va a coger la policía- me dijo.
-Eso esperas- sonreí irónico.
Tomé mis audifonos, me puse a su espalda y empecé a besarle el cuello.
-Uy, pensé que se te había olvidad lo que te propuse- decía gritando mientras se erizaba.
-No, relajate.
Puse los audifonos alrededor de su cuello mientras la besaba, empecé a hacer presión, ella forcejeaba, seguí apretando, el verde de mis audifonos resaltaba en su blusa. Ella se ahogaba.
-Es lo unico que te mereces por perra- grité.
Sentí que su cuerpo se soltó, ya había hecho lo que quería.
“En esta estación el tren termina su recorrido, gracias por utilizar nuestro servicio”- dijo la voz del tren.
Guardé mi bisturí y me bajé del tren. Dejandola a ella colgando del tubo.